PASADO

PASADO
LA SOBERBIA TIENE UNA HIJA Y ES LA INGRATITUD, (EL QUIJOTE)

jueves, 17 de agosto de 2017

CUANDO EL AMOR APRIETA,ES QUE NO ES DE TU TALLA

Mª  Dolores Hernandez Ribas 

“Cuando el amor aprieta, es que no es de tu talla”



Esta frase, que leí en algún lugar, se me ha quedado impresa porque recurre a un símil particularmente esclarecedor.
Cuando vamos a la tienda y nos probamos un par de zapatos o un vestido, si nos queda chico, pedimos una talla mayor, nos damos cuenta inmediatamente de que no está hecho a nuestra medida y debemos cambiar. Sin embargo, lo que resolvemos en cuestión de segundos en una tienda puede llevarnos años cuando se trata de las
 relaciones interpersonales. Y es que normalmente nos aferramos a las personas y a las experiencias que hemos vivido con ellas, aunque nos hagan daño o ya no nos aporten nada gratificante.

A veces nos resistimos a aceptar que hay relaciones que están heridas de muerte y prolongar su agonía sólo implica hacerse daño innecesariamente, es como hurgar en la herida para provocar más dolor. Cuando una persona no nos aporta nada, lo mejor es dejarla marchar. De esta forma ambos podremos pasar página con mayor rapidez y mirar al futuro.


Las señales que indican que una relación ha llegado a su fin-Los intereses han cambiado.

 A veces conocemos a personas en determinadas etapas de nuestra vida, personas con las cuales conectamos inmediatamente pues descubrimos gustos e intereses comunes. Sin embargo, con el paso del tiempo todos cambiamos y no es difícil que desarrollemos intereses distintos que nos alejen. Cuando sentimos que “nada es lo mismo”, ha llegado el momento de replantearnos el sentido de la relación, sobre todo si la otra parte ya ha decidido que la separación es el mejor camino.

El peso de la relación recae sobre una persona.Cuando sientes que eres el único que lucha para que la relación funcione, que llevas todos los problemas sobre tu espalda porque la otra persona no pone de su parte, ha llegado el momento de poner punto final. Una relación solo es satisfactoria cuando ambas partes están comprometidas y dispuestas a cambiar o a trabajar para solucionar las dificultades. Si solo una persona arrastra con el peso de los problemas, es porque el otro ha perdido el interés y eso significa que no tiene sentido seguir luchando por algo que ya no existe.

martes, 1 de agosto de 2017

CEGADOS POR LA PRIMERA IMPRESIÓN

JENNY MOIX QUERALTO


Somos así. Una mirada y ¡zas!, ya hemos encasillado al personal. Los experimentos de John Bargh de la Universidad de Yale muestran que nuestro cerebro solo necesita dos décimas de segundo para formarse la primera impresión. Esa sensación no proviene de nuestro córtex. No surge de nuestra parte racional, sino de la amígdala, una estructura cerebral que da cuenta de nuestras emociones. No es una conclusión lógica y razonada, es más bien una sensación inconsciente que decanta nuestro corazón hacia un lado u otro.
Si programáramos a un robot para que clasificara a las personas, seguramente lo diseñaríamos para que reco­­gie­­ra el máximo de datos antes de extraer una conclusión. A nosotros nos programó la evolución, y no lo hizo así precisamente. Cuando nuestros antepasados se encontraban ante un extraño, su cerebro debía decidir lo más rápidamente posible si era peligroso o no, de ello dependía su supervivencia. Si sus neuronas hubieran dedicado mucho  tiempo a recabar información, quizá la conclusión habría llegado demasiado tarde. Así que estamos cableados para llegar a un juicio rápido basado solo en algunos detalles. Si ante un desconocido, algo de su aspecto nos recuerda inconscientemente a alguien que nos perjudicó en un pasado, probablemente nos sentiremos amenazados. Puede que nuestra sensación sea atinada o puede que no. Quizá sea una simple peca la que nos genera esa impresión. Bromas que gasta la evolución.
“La intuición es poderosa; a menudo, sabia, y a veces, peligrosa” (David G. Myers)

Lo peligroso del tema no es solo que nuestra primera impresión puede estar totalmente equivocada, sino que es bastante determinante. Marca sobremanera las percepciones posteriores. Tanto, que apenas tomamos en cuenta si las informaciones siguientes apuntan en otra dirección.