PASADO

PASADO
LA SOBERBIA TIENE UNA HIJA Y ES LA INGRATITUD, (EL QUIJOTE)

lunes, 13 de noviembre de 2017

Jorge Bafico / Psicoanalista AMP (Asociación Mundial de Psicoanálisis),


  


Síntomas de la época

Cada época produce sus síntomas y en cada época, la lectura de los mismos, el modelo de enfermedad que la medicina establece, también está determinado por factores de control social que se ejercen desde un lugar de poder del cual la institución médica depende. Los laboratorios farmacéuticos tienen tal poder: económico, de injerencia en los medios, que a veces podría pensarse que las enfermedades se definen, a partir de las especialidades químicas y no al revés.
Asistimos a un tiempo donde el campo de la singularidad trata de ser aplastado por los manuales médicos y sus tablas de síndromes y trastornos, uniformizando una gran variedad de fenómenos clínicos dispares. No se trata de una postura contra la medicación, es claro que muchas veces es necesaria, cuando no imprescindible, la administración del fármaco. El problema es que corremos el riesgo de la cronificación de la medicación como respuesta.
La proliferación contemporánea de este diagnóstico conlleva al uso de medicación psicofarmacológica, teniendo como consecuencia la expresión de una medicalización de la educación y sobre todo de una transformación de la idea de en qué consiste educar y sobre todo de qué es un niño. 

Es imposible pensar esta sintomatología fuera de un contexto histórico determinado, hoy nos enfrentamos al exceso de estímulos visuales (un mundo excesivamente imaginario), la dificultad en la organización de la estructura familiar, el desdibujamiento de roles parentales. El sujeto aparece como más patologizado y enfermo. Su entorno social ha dejado de ser un lugar de identidad, pertenencia, refugio, estabilidad, para convertirse en un enjambre de exigencias “locas” e “insaciables”. El resultado de esta operación muchas veces es la angustia. Nos enfrentamos a una época donde hay un permanente y constante empuje a la satisfacción, cuyo objeto puede variar pero no así su fin, que es el de satisfacerse.



Los niños cambiaron y se relacionan de un modo diferente al que se acostumbraba hace décadas. Y la escuela es el ámbito que más se resiente, dado que mientras mantiene los cánones del siglo XIX (niños quietos en las aulas y atentos a la maestra), los alumnos actuales reciben una estimulación permanente.
Rápido, más rápido, es la consigna de esta época. Estamos viviendo la "época de la adrenalina". Esto puede verse en los hábitos comunes, hasta en los videojuegos que estimulan a límites extremos la descarga adrenalínica. Los deportes de riesgo, la velocidad y el sobreestímulo marcan toda la vi­da cotidiana. La televisión y el videoclip, etcétera. ¿Cómo estudian los niños ahora?: con una multiplicidad de estímulos, con la televisión encendida, la computadora, el celular, los videojuegos. Están conectados con varias cosas al mismo tiempo. "Atienden" en forma simultánea a diversas situaciones.
Los cambios en los modos de percibir y asumir la ley y el debilitamiento de las investiduras que sostienen las autoridades sociales, el desarrollo de las tecnologías de información y comunicación, la fragmentación y las desigualdades sociales y educativas están cambiando las forma de lazo entre nosotros. Ahora ya no necesitamos a alguien de carne y hueso frente a nosotros. Tenemos la virtualidad que se ofrece como espejo.
Familia y escuela, como instituciones, creían 
ser "fundadoras" de diferentes marcas generadoras de distintos tipos de lazo social. Si en la modernidad los padres eran los agentes de socialización prima­ria de los niños, ahora, en cambio, las computadoras, la televisión y la publicidad asumen la tarea de educarlos. Todo esto implica que los niños han abandonado totalmente la esfera doméstica. La familia deja pues de ser una institución para convertirse en simple lugar de encuentro de vidas privadas. Quizás sea por eso que los médicos, psicólogos y técnicos hemos cobrado tanto protagonismo en esta época.







jueves, 9 de noviembre de 2017

ALMAS CANSADAS, DE ÁNGEL GABILONDO /

Seres cansados

Por:  13 de diciembre de 2013
Hay ocasiones en las que hasta puede resultar gratificante sentir algún cansancio, incluso no poco. Vendría a ser la consecuencia de una labor, de un esfuerzo, de un trabajo satisfecho. Aunque no siempre es el resultado de la tarea realizada, ni es signo de una jornada fructífera y fecunda. A veces, se experimenta más como un malestar, una incomodidad, sin paliativos. Pero en otras es la ocasión

propicia para el buen reposo, bien merecido. Por ello, cuando se dice estar cansado es preciso atender a cuál es el sentido y alcance de lo que eso significa. Oímos con tanta frecuencia a quienes lo hacen valer como una queja o un lamento, que ya sus voces apagan a quien está efectivamente cansado. Se esgrime también como unarazón, no necesariamente una excusa. Conviene no confundir los fatigados con quienes resultan fatigantes.
No faltan quienes desarrollan tal actividad que no es extraño que se encuentren cansados. Ahora bien, no hemos de precipitarnos al establecer la relación del hacer con el cansarse, ya que es menos directa de lo que parece. A veces sentimos cansancio de lo que no hacemos, o cansancio por lo que tenemos que hacer. O cansancio de lo que no podemos hacer, o de hacer lo que no queremos. O cansancio por lo que otros hacen o dejan de hacer. Es más, a veces ningún alivio es comparable al de hacer, ni produce más descanso. Podemos estarcansados de lo que no ocurre, como cabe estar harto de no comer.
Ahora bien, no siempre la percepción del cansancio es simplemente algo individual. Parece deslizarse un cierto aire de “cansancio ontológico”, que vendría a ser un buen pariente de un determinado “aburrimiento ontológico”. Tal cansancio constituiría finalmente el gran motivo para la falta de implicación, una suerte de imposibilidad que justifica la inacción. Nada llegaría a ser diferente, todo estaría ya dado. Con independencia de cualquier acción, sería siempre idéntico, sin otras vías o caminos. Al decir “esto es lo que hay” se consagraría la identificación de lo que es con lo que pasa. Podríamos denominarlo “realismo”, pero no sería sino la entronización del puro durar de lo igual. Y eso sí que resultaría fatigante. Estaríamos cansados antes de empezar o acabados antes de finalizar. Seríamosseres cansados.

No nos referimos a la fibromialgia, como síndrome de fatiga crónica, de carácter neurológico, que no está vinculada a la actividad y cuyos efectos se dejan notar en el humor o en la comunicación y tanto dificultan las tareas. El cansancio que ahora nos ocupa obedece tanto a la falta de energía, como de motivos o de razones. Todo parece valer en igual medida, en que en concreto carecen de valor. Solo resulta agradable lo que es absolutamente inalcanzable y el cansancio empieza por ser el de soñar, no ya lo imposible, sino lo que no tiene ninguna posibilidad, que no es exactamente lo mismo. No parecería viable lo que siendo posible, no habría modo de que ocurriera. No encontraríamos el modo de evitar lo que no siendo inevitable no habría manera de lograr que no sucediera. Lo que cansa es exactamente la inviabilidad de lo posible, no ya la de lo imposible.
Más duro es atisbar que el cansancio pudiera obedecer precisamente a la incapacidad de poder. Y no por la falta de determinación, sino de la capacidad para hacerla efectiva. La ausencia de posibilidades acabaría por producir el cansancio de las propias posibilidades, ante el temor de desear aquello que una y otra vez se topa con su falta de realización. Parecería entonces más realista dejarse seducir por un sereno abatimiento, ante la constatación de no poder. Cansados no ya de hacer, sino de no poder, brotaría otra fatiga diferente, no la de la impotencia sino la de la infecundidad. 
Entonces el cansancio produciría una suerte de tristeza, la del reconocimiento de que poco cabe hacer. Sin embargo, ella sí haría, impregnándolo todo de un agotamiento capaz de desalentar cualquier iniciativa. La pérdida de sensibilidad para la escucha encapsularía cualquier aproximación o cualquier palabra. Aparentemente activos, sin embargo, no habría espacio para la acción. No sabríamos explicar bien qué nos ocurre, quizá lo que no nos sucede. No habría espacio para el desacuerdo, simplemente no encontraríamos el terreno en el que aposentarnos. Todo se reduciría a dejarse ir.

Fatiga pensar lo que nos espera, aunque no menos lo que no nos espera o esperamos. Lo que ha de venir podría aliviar si lo que nos ocurre no nos satisface, pero asimismo corre el riesgo de ser un antídoto para afrontarlo. Ese cansancio futuro, por el futuro, no es sino una elongación de un agobio del presente. Entonces la fatiga proviene no ya del difuso devenir, sino del incómodo presente. En realidad, el cansancio funciona en tal caso como un modo de paralización del tiempo, que es tanto como echarlo a perder. Se produciría entonces la paradoja circular de que el peor cansancio es el que responde al propio cansancio. No sería ya una consecuencia, sino una causa.









Hay, en efecto, seres cansados. Y no necesariamente con razón. Nos envuelven con sus fatigas y no siempre está claro a qué obedecen. No solo cabe hablar derebeldes sin causa, con más motivos que los explícitamente enunciados y de más profundidad que lo más aparente, también hay cansados sin razón de ser, pero no por ello sin efectiva justificación. No se trata de hacer un catálogo de cansancios, si bien de hecho algunos son poco explicables, mientras parece increíble que otros no lo sean en sumo grado.
Sin embargo, el cansancio no es un estado de ánimo y no es cosa de dejarse o no llevar por él. Si todo
lo impregna, ratifica lo existente precisamente mediante el gesto de limitarse a padecer sus efectos. No es suficiente con los paliativos, es imprescindible afrontar sus motivaciones, incluso aunque no lleguen a argumentos. Y entre ellos está el de no hacer de eso una razón de ser, un modo de vida y una forma de vivirla. Y menos aún para reclamar atención. No siempre quienes tienen verdadero cansancio disponen ni del tiempo ni de los recursospara hacerlo valer. Ni de las fuerzas.
(Imágenes: Obras de Johannes Kahrs. A partir de una foto, una proyección de vídeo o una película realiza sus dibujos y pinturas al óleo. Silent depression, 1999;Untitled (Trauer), 1996; Untitled (nr Auslöschung), 2003; y Therapy (

Bed), 2005)










A. Villena.........     Opinión


      Fantástico Ángel en su articulo.

        En mi caso, percibo en mi micro entorno  un desgaste de actitud,  bastante relacionado con este mensaje de cansancio, del cual hace referencia en el
articulo de Gabilondo.
Y como no, la percepción de encontrarse inmerso en un entorno  plagado de corrupción y de injusticia.
  Esta situación provoca conversaciones con un único tema.

   Dicho esto y acabo.  Supongo que la justicia tiene un papel importante que jugar, para reparar el hundimiento de perceptiva, que se ha instalado en nuestra sociedad.