PASADO

PASADO
LA SOBERBIA TIENE UNA HIJA Y ES LA INGRATITUD, (EL QUIJOTE)

domingo, 10 de febrero de 2019

RECUERDOS DE ADOLESCENTE:


Recuerdo de adolescente, no sentirme muy conforme, por haber nacido en casa de campesinos, principalmente, porque la mayoría de los amigos del barrio, debido que sus padres tenían otras dedicaciones, solían tener más tiempo libre.

 ¡Por cierto!, recuerdo a uno de los tenderos del barrio, cuyo mote era “El Pequeñujo”, que como se puede entender, no pasaba de 1,50, y de cierto grosor.   La relación con sus hijos, (cuatro varones y una chica), era algo brusca, ni que decir tiene que, como cualquier matrimonio en aquellos tiempos, con cinco hijos. 
  No, le resulto fácil sacarlos adelante, con una tienda en barrio pequeño y, además, compitiendo con otras dos tiendas.  Si añadimos, que bastantes clientes eran hortelanos y criaban muchos productos para su consumo, solo quedaban los esparteros, como clientes más asiduos.

Este tendero de físico corto y rechoncho era enérgico, jovial y buen vecino.
   Si bien, a la hora de obtener la necesaria ayuda de su prole se le solían disparar los nervios, consecuencia del a veces poco caso que le hacían.

Al principio el abastecimiento, de la tienda desde Hellin, lo hacía con un carro de llanta metálica y un burro corpulento, al que habían bautizado con el nombre de "Sevillano", aquel medio de transporte, también lo utilizaba, para recorrer los barrios de Isso, entre ellos Tavizna, las Casas del Rio, San Diego et.et.
 Unos años después, el carro fue sustituido por un furgón con poco motor y gran capacidad, de color verde.
Los hijos, a medida que alcanzaban la mayoría de edad, fueron emigrando a Barcelona. 
 Recuerdo, que cuando volvían para ver a los padres, pasar alguna fiesta, o vacaciones, nos ponían como suele decirse, los dientes de punta hablaban maravillas sobre los adelantos de todo tipo que podían disfrutar en Barcelona, entre otros, coche, tocadiscos, cámaras de fotos, ropas modernas de hippie,et.
    El mayor, que fue el primero en marcharse y según decían, trabajaba de comercial, si bien no recuerdo que vendía, pero al parecer gozaba de buenas retribuciones, lo que más nos impactó de lo que traía, era un gran tocadiscos y buen surtido de discos, por cierto, la música no nos sonaba de nada, en el pueblo aún no habíamos pasado de los pasodobles, en el baile de Juanete.
 Pantalones de campana, pelo largo de color castaño, y bien cuidado de aspecto, que parecía un actor de cine.¡Como le envidiábamos!, nos hacía sentir pueblerinos, que por entonces era un insulto.

 Como no podía ser de otra manera, las chicas del pueblo, por lo general, quedaban alucinadas del cambio. 
  En resumen, era un hippie, con buena planta, buen gusto para vestir, y cuidarse.
  Resultado, un sueño para las chicas del pueblo.

                                                                                                                                                                                            

  
              





viernes, 8 de febrero de 2019

GUERRA




martes, 27 de mayo de 2014




GUERRA

La vida juega con nosotros y en ocasiones nos regala momentos especiales, cuando las circunstancias no son lo más adecuadas.

Estando en guerra, mientras las balas silbaban y las granadas explotaban cerca de mí,  el destino me envió el proyectil más potente. 
Uno que siempre ha existido, que tiene la fuerza de un imán, porque te atrapa y no puedes escapar, va donde tú vas, disparando sin parar , haciendo mella donde ni las balas lo habían hecho antes. 
Con una diferencia, que en vez de destruir hace que  pierdas la orientación, que te deslumbres ante  una persona y que solo quieras unirte a ella para morir por fin.
 Lo has adivinado, el arma se llama amor y con él  consigues a esa persona que te da la seguridad que necesitas para enfrentarte a las balas, a los retos y a la vida entera.
 Por eso tengo que agradecer, que a mí me llegó en medio de una guerra, en la que me costaba levantarme para siquiera mirar al enemigo.
 Hizo que me quitara el barro de los ojos, y así poder  ver que no era tan grande ni tan poderoso y que yo tenía más posibilidades que el contrario, porque era demasiado pequeño para mí.

Gracias  amor

domingo, 11 de mayo de 2014


EL JARDÍN DE LAS LAGRIMAS

Cuenta la leyenda que una bella dama, acudió a este jardín por motivos de huida.
En palacio no la dejaban respirar, tantos siervos intentando satisfacer sus necesidades y ninguno lo conseguía. Y es que la dama estaba sedienta de liberta que ella decidiese. 
Pero era tal su agonía que no podía decidir ni siquiera el vestido que ponerse.
Y  llevó su pena  a aquel jardín desierto, en que no había  apenas vegetación. Allí vertió sus lágrimas y allí sedientas de humedad crecieron unas bonitas flores que recuerdan a aquella dama. Por eso si vas a ese jardín te asombrará encontrar flores bajo un banco. Ahora  sabes que nadie las puso allí.
pero descuida que nunca te diré el nombre del caballero al que decidió querer. ad. 
Deseaba ser libre para pensar, para juzgar y para entregar su amor a quien ella decidiese. 
Pero era tal su agonía que no podía decidir ni siquiera el vestido que ponerse.
Y  llevó su pena  a aquel jardín desierto, en que no había  apenas vegetación. Allí vertió sus lágrimas y allí sedientas de humedad crecieron unas bonitas flores que recuerdan a aquella dama. Por eso si vas a ese jardín te asombrará encontrar flores bajo un banco. Ahora  sabes que nadie las puso allí.
pero descuida que nunca te diré el nombre del caballero al que decidió querer.

miércoles, 6 de febrero de 2019

HUMANO Y EXCEPCIONAL ( J. Luis san Pedro) /

La palabra necesaria

Este hombre de valor, de valía, de valentía dice lo que ni siquiera tal vez nos atrevemos a pensar

Es difícil olvidar aquella conversación radiofónica de primeros de noviembre de 2005 en la que José Luis Sampedro dialoga sobre la muerte con un rector de una universidad madrileña. En ella subraya cómo nos vamos muriendo, cómo nos vamos viviendo, y su preferencia de la mortalidad sobre la insoportable inmortalidad. La voluntad de hacer de cada instante algo irrepetible viene a ser una verdadera pasión por la vida. En última instancia, lo más decisivo no es tanto que le oímos hablar sobre la muerte, cuanto su modo de hacerlo como un mortal. Vivamente, con esa libertad de saber que lo determinante no es el hecho de morir, sino cómo hacerlo. Y resulta extraordinario hasta qué punto todo su decir, que es más que el conjunto de todo lo que ha dicho y dice, está tejido por esta forma de hablar y de vivir propias de un mortal.
José Luis Sampedro es alguien pleno de palabras, que siempre suenan con el sabor de ser otras. No simplemente nuevas. Y ello obedece a que ha comprendido que, en cierta medida, el lenguaje más propio nos viene de los otros. Y es cuestión de hablar no solo de ellos, sino desde ellos. Y, más aún, de crear condiciones de posibilidad para su propia palabra.
De esta manera, su solidario decir no es simplemente una forma de acompañamiento, antes bien un modo de escucha y de respuesta. Y muy singularmente desde la equidad y desde la mirada, con los más necesitados, los más débiles, los más desfavorecidos o, como él señala, los más pequeños. Esa es su orilla y en ella se ha embarcado para siempre.
Este hombre de valor, de valía, de valentía dice lo que ni siquiera tal vez nos atrevemos a pensar, atrapados en el temor que supone habitar lo convencional. Cuando el hogar son los demás, la humanidad de los otros, cuando el propio decir se sustenta en ellos, va por ellos, la ética ya no es otra palabra que la que se dice con la forma de vivir. Y la de Sampedro atractivamente interpela nuestra indiferencia y nuestra pasividad.
Para quien siempre supo que la economía era una ciencia social y humana, y que, por tanto, solo cabe comprenderse como un modo de gobierno de la casa, de gobierno de la nave, de gobierno de sí mismo y de los otros, pronto la palabra vino a ser escritura, la de una literatura como forma de transformación, la de una lectura que nos hace ser diferentes.
La calle, la gente, y tantas diversas y genéricas denominaciones encuentran en su palabra y en su corazón la frescura y la higiene de la búsqueda de mejores condiciones de vida, de equidad y de justicia. Nunca su palabra suena más apropiada para cada cual que cuando es propiamente la más suya. Y la precisamos, como modificación del actual estado de cosas. La sencillez y la bondad se ofrecen en él con la contundencia de quien ve y dice con su vida que no le parece bien, de quien muestra con su verdadera palabra que hay formas evidentes, aunque aparentemente disueltas en múltiples complejidades y estructuras, en las que unos son sometidos al servicio de otros. Este apasionado mortal y generoso ser viviente ha sabido estar con nosotros y no podemos ignorar hasta qué punto le seguimos necesitando.
Ángel Gabilondo es catedrático de Metafísica de la Universidad Autónoma de Madrid