Nada se mueve.
La media luna se ensombrece con niebla semitransparente.
Árboles sin sombra.
Un aleteo le sobresalta.
Un búho no encontró su tronco.
El regante como un fantasma, esta
apoyado en el astil de la vieja
azada.
Inmóvil y con los ojos entornados, espera con
impaciencia el leve ruido del agua, al caer
en la poza próxima.
A cada momento vuelve los ojos
hacia el farol, cuya llama jadea bajo la higuera.
Apenas un círculo de luz que permite
ver el movimiento de algún
insecto volador, pululando a su alrededor.
ver el movimiento de algún
insecto volador, pululando a su alrededor.
El viento se hace presente, una suave
racha, aumenta la sensación de frío.
Se ajusta la chaqueta y le traba hasta él último botón.
Tirando de la cadena, extrae del bolsillo del chaleco, el viejo reloj y con ayuda de la escasa luz del farol, mira la hora, que marca, y