cuando tenemos ocasión sería, la posibilidad de acumular riqueza para que nosotros y a la postre nuestros descendientes, puedan tener el futuro allanado, sin necesidad de competir, sin saber si ese privilegio, a los que nos preceden, pueda resultar más una carga, que un alivio.
En nuestro día a día, los comportamientos más
engañosos, son aquellos que utilizan el manejo torticero del lenguaje, para
encubrir instintos avaros y engañosos.
Cuántas veces en nuestras vida decimos a alguien, "lo siento", cuando en realidad o te da igual, o lo que es peor, te alegras ante cualquier contratiempo que haya sufrido.
En la cultura de la competitividad, es complicado señalar la línea que separa el respeto al competidor por el de, "hay que ganar a cualquier precio"
Si pensamos, que cada individuo puede desarrollar habilidades para cualquier actividad, es comprensible, que todos podemos ser campeones de algo. ¡Ocurre! Que las habilidades para desarrollar nuestras ocupaciones y que forman nuestra cultura o nuestras culturas, son por las que se compite a todos los niveles.
En no pocas ocasiones aquello de " Que gane el mejor" se topa con privilegios, que por posición de ventaja, bien económica, o de poder, manipula los resultados
Si nuestros valores de cuna fuesen, los de aceptar al prójimo como a nosotros mismos, y no, como algo ajeno y peligroso. ¡Quizá!, Ya habríamos recorrido parte del camino.
En cualquier caso, nada de lo que propongo
para corregir nuestras miserias, serian aplicables en una sociedad donde gran
parte de ella ha elegido como base de su discurso, explicarle a la otra lo
equivocada que esta, y viceversa
Gran parte de nuestra energía la gastamos en conseguir lo que tienen los otros, y en gran parte de los casos sin saber si sirven para algo.
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