Este año en que yo estreno las nuevas libertades sindicales como delegado elegido por los trabajadores, puso a prueba mi nula experiencia en cuestiones relacionadas con las reivindicaciones obreras, decir que a nivel de una mayoría amplia de la sociedad estábamos convencidos de la necesidad urgente de retomar las riendas del futuro de España, que tantos años había estado amordazada.
Viví aquella
situación, como supongo, que una gran mayoría social, como nuestra gran
oportunidad de cambiarlo todo, pues parecía que nada de lo que configuraba la
situación actual tenía nada de valido.
Por eso, los
primeros años, en este caso eran tres, nos sentíamos como un niño con juguete
nuevo, es cierto, que los que, en la anterior situación, no habían resultado
mal parados, quedaron bloqueados de argumentos ante el clamor de cambio que se
respiraba por todos los rincones.
Algunos como yo,
pronto nos dimos cuenta, de que también los trabajadores habíamos adquirido hábitos
de sentirnos diferentes entre nosotros, por el mero hecho de tener un tipo u
otro de responsabilidad en la empresa.
Significaba que los
pequeños privilegios de algunos se verían afectados para corregir desigualdades,
que en muchos casos como en mi trabajo, algunas cuestiones como el importe de
la dieta, primas, salario, et. en muchas, empresas, también en IRYDA, las
diferencias salariales entre trabajadores eran bastante estiradas, es evidente
que esa situación de partida ya producía la desunión a la hora de las
reivindicaciones.
Con estas premisas,
mi labor sindical comenzó a producirme problemas, con quienes tenían el mando,
y algunos privilegios.
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