Poco a poco, los tentáculos rojizos de la puesta del sol envolvían el lugar, y la noche se
habría paso..
Sobre el acantilado se alzaba un pequeño castillo del medievo con apenas un torreón de no mucha altura.
Junto a la
entrada principal, un antiguo y reluciente Mercedes evidenciaba el regreso de
los residentes ocasionales tras varias semanas de ausencia.
Un camino tortuoso descendía hasta un bosque semi calvo, consecuencia de un reciente incendio.
En el pueblo cercano al acantilado se comentaba que son un matrimonio de alemanes un tanto huidizos.
En el interior de la torre, las luces se apagan y encienden intermitentemente mientras los recién llegados descargan el equipaje del vehículo y lo disponen en el interior.
La joven observa desde la ventana más alta del torreón. Horas más tarde, sólo permanecía encendida una luz en la puerta iluminando el antiguo coche.
La noche
transcurría silenciosa, hasta que un relámpago seguido de un gran estruendo anunciaba
la proximidad de una fuerte tormenta.
El lugar, es un pequeño cabo donde las borrascas se desarrollan en altura, impulsadas por el cruce de vientos entre el Mediterráneo y el océano Atlántico.
Poco después, un nuevo relámpago iluminó la
ventana, revelando la silueta negra de una mujer mayor.
Al día siguiente, en el antiguo bar de la localidad, varios hombres mayores conversaban sobre los habitantes que residen en lo alto del acantilado.
Nadie les había visto nunca por el pueblo, solían estar breves periodos de tiempo y posteriormente desaparecían.
Se comentaban todo tipo de relatos, desde que eran nazis camuflados, hasta lo más macabro, que regresaban para atender una especie de moradores del castillo con formas extrañas.
Lo cierto, que todo cuanto sabía era el relato de un viejo pastor, que haciendo su trabajo, vio cómo dos personas con cuerdas sujetaban a un animal con forma de persona, o como decía, una persona con algunas partes de animal.
Según contaba el pastor, se ocultó al ver que alguien salia del castillo, y el, en aquel momento se encontraba en el semibosque propiedad de los dueños del castillo, este relato era el que más eco tenía, y había cobrado
más credibilidad, porque unos días después que el de casualidad viera la escena y lo contara,
como por arte de magia, en toda la
propiedad se levantó una tupida vaya, de más de dos metros de altura.
CONTINUARA