PASADO

PASADO
LA SOBERBIA TIENE UNA HIJA Y ES LA INGRATITUD, (EL QUIJOTE)

viernes, 15 de septiembre de 2017

CUANDO NOS ROMPEMOS


TIRANDO DE AGENDA


Son las 24 horas, sentado en el lugar que llamo despacho, si bien, no hay nada que despachar.
 Mañana es fiesta.
 En el ordenador suena  la música de Titánic, y hace unas horas he acompañando a unos conocidos, en la despedida de su  hija, que ha fallecido de cáncer en plena juventud (con  novio desde hacia unos  años).


En ella, la enfermedad a escrito una de sus páginas más  horribles,  por una parte los sueños, el deseo de  descubrir  las bondades de la vida , la luz , la magia de los momentos , el amor , el impulso juvenil... Por otra, lo que representa un final espeluznante dolor,  pesadillas, sentir el final en tu cuerpo y en tu rostro, el desamparo de saber que nadie puede ayudarte,  ver en los demás el rostro de la pena por ti, las tinieblas en tu cerebro.
    A su lado su familia y su pareja, como mártires también de su  tragedia, espectadores de lo más horrible,  vivir  la lenta agonía de lo que mas quieres en la vida.

Es complicado ponerse en la situación de esta chica, si pienso en mi juventud, lo de la muerte no figura a esa edad en la agenda de ningún joven.
 Lo de las muertes anunciadas, y más si se producen cuando apenas ha comenzado a vivir, producen un terrible espanto, el trayecto final con sus momentos de esperanza y de pánico, minando  los cimientos más resistentes.

¿Es posible, recibir la noticia de la enfermedad,  sin derrumbarte?
Supongo, que cuando esta situación se da en personas jóvenes,   la reacción a de ser, sentirse  injustamente tratado por la vida, sin saber porque.
Situaciones así,  debilitan mi percepción de las bondades de la existencia, incluso cuando esta transcurre sin sobresaltos... En mi caso, he sufrido el azote de  esta horrible enfermedad en hermanos.

 Cuando se viven este tipo de experiencias, queda la percepción de que el fantasma esta agazapado y preparado para atacarte en cualquier momento.




 Afortunadamente, también en mi cerebro esta permanente, el final de mi padre y digo lo de afortunadamente, porque en el percibí  otra manera de morir.

El asumio consciente que tu ciclo por edad y capacidad de sentir algún tipo de emoción, había finalizado, y  hablas de su próxima muerte, desde una perspectiva superada, pues nada de lo que te ocurra, dejará de ser normal a los 84 años.
        En mis últimas conversaciones con él, me transmitió con una entereza, que cada día valoro en mayor medida, su total tranquilidad y disposición, a como el decía "Pasar al otro barrio" ,  lo único que pedía a los que le cuidamos, que no tratáramos de alargar la agonía final en los hospitales.
  Algo, que quizá no lo cumplimos del todo, pues aun lo intentamos, si bien solo conseguimos, que durante unas semanas, alargara su agonía y con mucho dolor.







   Un vídeo, relacionado con el dolor de una pérdida



miércoles, 6 de septiembre de 2017

JUEGO O DRAMA, (Ramiro Calle)



¿La vida es juego o drama?

La acción es aquí y ahora, en cada momento, mientras que la reacción es psicológica y mecánica; se aparta de la realidad momentánea.
 La agitación es una reacción, pero no la acción.
El estrés, por ejemplo, aparece después de la agitación y la reacción, pero no por la acción en sí misma. Es la agitación la que quiebra los mecanismos reguladores del individuo desbaratando su mente y sus comportamientos físicos y mentales. Pero actuando desde la pasividad interior, desarrollando la acción desde la contemplación, se puede ejercer una descomunal actividad con menos cansancio y más efectividad.

El arte de no generar tensiones innecesarias o conflictos es un arte muy difícil que representa un elevado y fecundo arte del vivir. 
Puede y debe aplicarse a la vida de cada día y, según se aplique o no, la vida diaria se convertirá en juego o drama, amigo o enemigo.







jueves, 17 de agosto de 2017

CUANDO EL AMOR APRIETA,ES QUE NO ES DE TU TALLA

Mª  Dolores Hernandez Ribas 

“Cuando el amor aprieta, es que no es de tu talla”



Esta frase, que leí en algún lugar, se me ha quedado impresa porque recurre a un símil particularmente esclarecedor.
Cuando vamos a la tienda y nos probamos un par de zapatos o un vestido, si nos queda chico, pedimos una talla mayor, nos damos cuenta inmediatamente de que no está hecho a nuestra medida y debemos cambiar. Sin embargo, lo que resolvemos en cuestión de segundos en una tienda puede llevarnos años cuando se trata de las
 relaciones interpersonales. Y es que normalmente nos aferramos a las personas y a las experiencias que hemos vivido con ellas, aunque nos hagan daño o ya no nos aporten nada gratificante.

A veces nos resistimos a aceptar que hay relaciones que están heridas de muerte y prolongar su agonía sólo implica hacerse daño innecesariamente, es como hurgar en la herida para provocar más dolor. Cuando una persona no nos aporta nada, lo mejor es dejarla marchar. De esta forma ambos podremos pasar página con mayor rapidez y mirar al futuro.


Las señales que indican que una relación ha llegado a su fin-Los intereses han cambiado.

 A veces conocemos a personas en determinadas etapas de nuestra vida, personas con las cuales conectamos inmediatamente pues descubrimos gustos e intereses comunes. Sin embargo, con el paso del tiempo todos cambiamos y no es difícil que desarrollemos intereses distintos que nos alejen. Cuando sentimos que “nada es lo mismo”, ha llegado el momento de replantearnos el sentido de la relación, sobre todo si la otra parte ya ha decidido que la separación es el mejor camino.

El peso de la relación recae sobre una persona.Cuando sientes que eres el único que lucha para que la relación funcione, que llevas todos los problemas sobre tu espalda porque la otra persona no pone de su parte, ha llegado el momento de poner punto final. Una relación solo es satisfactoria cuando ambas partes están comprometidas y dispuestas a cambiar o a trabajar para solucionar las dificultades. Si solo una persona arrastra con el peso de los problemas, es porque el otro ha perdido el interés y eso significa que no tiene sentido seguir luchando por algo que ya no existe.