PASADO

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LA SOBERBIA TIENE UNA HIJA Y ES LA INGRATITUD, (EL QUIJOTE)

miércoles, 27 de septiembre de 2017

¿COBARDÍA O ESTÓMAGOS AGRADECIDOS? (Voz populi)

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26.09.2017 

MIGUEL JIMENEZ
Esa es la pregunta que, indefectiblemente, nos hacen a los catalanes el resto de españoles. Nosotros mismos nos la hacemos. ¿Por qué los separatistas pueden convocar a una cantidad de personas suficiente para llenar el Paseo de Gracia y nosotros no? ¿Por qué el separatismo tiene esa abrumadora presencia en la calle y en la vida cotidiana, y los constitucionalistas son casi clandestinos? ¿Es cosa de dinero, de propaganda, de medios de comunicación, de tener a toda una 
administración detrás? Sí y no.
El miedo tapa la verdad
Eso afirmaba Don Miguel de Unamuno. Una cita muy a propósito, ahora que nos movemos entre tantas postverdades o, lo que es lo mismo, mentiras cargadas de ponzoña, mentiras dirigidas al odio y a la mixtificación de una historia que se pretende ganar en mendaces libros ya que no se supo ganar en su momento. Porque todo el mundo en Cataluña sabía que, tarde o temprano, el momento que vivimos llegaría. Lo sabían los separatistas, que prepararon el camino con cuatro décadas de anticipación, y también lo sabían los que consintieron tal cosa por acción u omisión.
Quizá la pregunta que se nos formula a los que, siendo catalanes y amando a Cataluña, estamos ahora inmersos en la defensa de la razón, la sensatez, la ley y la convivencia, no sea la correcta. Lo pertinente sería preguntarnos por qué dejamos que las cosas hayan llegado hasta este punto, por qué la sociedad civil que no está por la secesión se ha dejado amordazar sin oponer resistencia, por qué los partidos que debían habernos defendido no lo hicieron. Esto es el parto de un monstruo, sí, pero la fecundación y embarazo del mismo no son cosa de ahora. Vienen de muy lejos.

Y todo surge de lo mismo: el miedo. Digámoslo así, sin tapujos. En Cataluña hay miedo entre la gente desde hace años. Miedo a que te señalen como un facha, miedo a que tu empresa no pueda hacer negocios con la administración autonómica, miedo a que tus hijos se vean discriminados en el colegio, miedo a que te hagan el vacío social en el trabajo, el barrio, el pueblo. Miedo, en fin, a ser diferente del estándar oficial, el miedo que cantaba Georges Brassens en La mauvaise réputation cuando aseguraba: “Mais les braves gens n’aiment pas que l’on suive un alter rute qu’eux”.
En Cataluña hay miedo entre la gente desde hace años. Miedo a que te señalen como un facha, miedo a que tu empresa no pueda hacer negocios con la administración autonómica, miedo a que te hagan el vacío social en el trabajo, el barrio, el pueblo"
Es el miedo a no formar parte de la tribu, que el nacionalismo sabe explotar con una tremenda eficacia, a quedarte aislado, sin apoyo, condenado a ser un apátrida en tu propia tierra. Es un miedo que jamás se confiesa, que no se manifiesta, que vive corroyendo las entrañas de todo un pueblo. Miedo y comodidad, miedo y resignación, miedo e indignación ante los que no lo tienen. Las frases, odiosas frases, de “¿a ti qué se te ha perdido metiéndote en política?” o “no te líes” que menudearon tanto durante la dictadura franquista no han dejado de pronunciarse en susurros en la Cataluña convergente. ¿El tres por ciento? Todo el mundo empresarial lo conocía. Los partidos políticos, también. Pasqual Maragall se lo espetó a Artur Mas en una sesión parlamentaria histórica y se la tuvo que envainar “por el bien del país”, según dijo entonces. Era miedo. Como cuando Jordi Pujol iba a TV3 para autoentrevistarse y hasta los cámaras se ponían corbata, porque venía “el amo”. Lo decían entre risas de conejo, plebeyas, soeces. Las risas de los que asisten a un linchamiento y no se atreven a manifestar sus opiniones por el qué dirán.
Pujol le dijo en cierta ocasión a un periodista señero que, para ser catalán, entiéndase, un buen catalán, un catalán como Pujol entendía que debía ser un catalán, solo había que hacer tres cosas: ser del Barça, ir una vez al año a rezar ante la Virgen de Montserrat e inculcar en tus hijos o tus nietos el hábito de hablar en catalán, en caso de no ser tú mismo un catalanoparlante. Los tres tótems de la tribu. Recuerden el escándalo que se organizó hace años cuando Albert Boadella –al que, finalmente, han logrado echar de su casa en Cataluña– parodió a la Moreneta en Televisión. El riesgo a no tener miedo que asumió el genial actor lo ha llevado a ser, prácticamente, un exiliado. Por eso los miedos han ejercido de suave colcha que ocultaba la espantosa realidad: vivíamos en una dictadura del pensamiento y cualquier forma de disidencia se pagaba con algo terrible: la muerte civil
El mundo feliz secesionista
Al no haber disidencia pública, la sociedad catalana vivió a lo largo de todo este tiempo capada, impotente, amordazada y aparentemente feliz. O, al menos, con el estómago lleno. Las entidades sociales estaban en manos de nacionalistas, los medios e instituciones hacían girar las ruedas del discurso oficial, las escuelas adoctrinaban a centenares de niños en las falacias doctrinarias de la nación catalana –pregunten a cualquier universitario catalán cuatro cosas acerca de la historia de España y prepárense para escuchar un auténtico delirio– y, rizando el rizo, los nacionalistas llegaron a convencer a los ciudadanos de que las elecciones autonómicas eran “cosa de los catalanes”.
¿Cómo iba a estar la gente preparada ante el envite separatista después de toneladas y toneladas de adormidera política? ¿Qué músculo iba a exhibir la sociedad no independentista si los tenía atrofiados, tras décadas de inmovilidad política?
Y los partidos y sindicatos, que habrían podido ser el motor de la protesta, ¿qué iban a decir, después de haberse sentado a la mesa de Pujol y compartir con él las delicias del poder?
Los millones de electores de Hospitalet, Badalona, Cornellà, de todo el cinturón metropolitano barcelonés en el que se concentra el 80% del PIB catalán y de su población, se abstenían cuando tocaba ir a votar. “Son cosas de ellos”, decían los que, en cualquier otro tipo de comicios se apresuraban a emitir su voto de izquierdas. Y si no, el mismo Pujol se ocupaba de mimar a presidentes de casas regionales, visitar la Feria de Abril que se celebra en Cataluña, tanto o más populosa que la andaluza, y de hacerse el simpático como cuando acudió a un concierto de Los Chichos y dijo, orondo y mendaz: “Yo a estos señores los escucho en la radio del coche”.

Ahora ha llegado el momento en el que deberíamos, y me incluyo, plantar cara firme y democráticamente a la sinrazón y el despropósito de Puigdemont y los suyos. Pero llegamos tarde. Ellos construyeron su mundo feliz y nos dieron el famoso soma a todos los catalanes, y lo engullimos ávidamente, unos con placer y convicción, otros por miedo a ser diferentes. No arrostramos el dulce riesgo de la disidencia, el latido de vida que supone hacerle frente al gigante.

Que a día de hoy exhibir una bandera española sea motivo para que te llamen facha o votar al PP o a Ciudadanos te convierta poco menos que en un nazi es la consecuencia de tanta dejadez moral, de tanta cobardía. Porque esa es la última razón de todo. Sí, señoras y señores, gloriosas excepciones aparte, si los catalanes que no estamos por el suicidio de todo un país no hemos salido aún a la calle se debe a la pura cobardía, al conformismo más bajo y ruín. No es que los independentistas sean más, que no lo han sido nunca, es que los otros somos unos timoratos.

sábado, 23 de septiembre de 2017

EQUILIBRIO Y SENSATEZ--SERRAT /



Serrat: “El miedo está haciendo mucho daño a esta sociedad”

Sigue siendo el poeta de las pequeñas cosas. Con una mirada cargada de sentido común para analizar el momento que vivimos



Esa gente que se encontró en el exilio mexicano le ayudó a descubrir su propio país… El exilio es un mundo en el que siempre se vive pensando en lo provisional que es todo. Cuando compruebas que esta situación de provisionalidad se ha prolongado tanto que te ha hecho perder casi todas tus ilusiones, que has creado una familia en otro lugar y que te tienes que reciclar seriamente, ya es muy difícil mantener una comunicación respecto al país que dejaste. El exilio ha sido muy duro para todos los que tuvieron que salir.
A ellos (y a los que estábamos aquí) les debieron reconfortar sus versiones de Miguel Hernández y de Antonio Machado… Yoelijo a estos dos poetas fundamentalmente porque me los creo, porque pienso que son buena gente y porque lo que están contando es actual, porque sus historias son de una extraordinaria calidad que a mí me hubiera gustado escribir. No lo hago con ninguna pretensión divulgativa, lo hago tratando de hacer buenas canciones.
Serrat, durante la entrevista. /SOFÍA MORO
¿Cómo ve este país? Con serias preocupaciones en todos los sentidos, como Estado, como sociedad. Como democracia que debe defender a los ciudadanos de uno en uno por encima de cualquier cosa y por tanto con una sanidad justa, una enseñanza obligatoria, gratuita y para todos, y una justicia rápida y eficaz, lo veo con suma preocupación. Si realmente se han aplicado los métodos para conseguirlo,lo que veo cada día me tiene absolutamente aterrado, desconfío de la especie humana y no 
me siento nada partícipe del proyecto de futuro. Creo que el miedo está haciendo mucho daño a la sociedad, le impide organizarse y habrá que plantear las cosas de otro modo porque, si no, esto es como una riada, puedes ponerle todos los muros que quieras al río, pero cuando llueve fuerte, el río baja por allí y el muro se va a tomar por culo.Y el tema catalán? Es un tema muy mal llevado, especialmente desde el Gobierno de Zapatero cuando promete apoyar la mejora del Estatut, la división de poderes y luego el Constitucional toma otro camino, resuelve tarde y mal y aquellas tempestades traen estos lodos. ¡Y cuidado, que no se equivoque nadie que lea esto! Aquí están pasando cosas muy serias, hay lugares en Cataluña donde ya se creen que son independientes. Retorno, si lo hay, yo no lo conozco. Haríamos bien en tomar responsabilidades todos con independencia de cuál sea el lado en el que nos situaremos en caso de consulta. Hay que tomárselo en serio. El Gobierno tiene metido en el famoso cajón asuntos que el tiempo resolverá, un cajón muy grande en el que lo dejan. Esta es una cuestión en la que prevalecen las vísceras por encima de las razones, por tanto estamos en manos de muy malos consejeros. El momento económico actual ha dinamitado este aspecto




Como bien decia en 2.014 Serrat,el tiempo esta mostrando, lO que los politicos en su ceguera no han querido ver.

viernes, 15 de septiembre de 2017

CUANDO NOS ROMPEMOS


TIRANDO DE AGENDA


Son las 24 horas, sentado en el lugar que llamo despacho, si bien, no hay nada que despachar.
 Mañana es fiesta.
 En el ordenador suena  la música de Titánic, y hace unas horas he acompañando a unos conocidos, en la despedida de su  hija, que ha fallecido de cáncer en plena juventud (con  novio desde hacia unos  años).


En ella, la enfermedad a escrito una de sus páginas más  horribles,  por una parte los sueños, el deseo de  descubrir  las bondades de la vida , la luz , la magia de los momentos , el amor , el impulso juvenil... Por otra, lo que representa un final espeluznante dolor,  pesadillas, sentir el final en tu cuerpo y en tu rostro, el desamparo de saber que nadie puede ayudarte,  ver en los demás el rostro de la pena por ti, las tinieblas en tu cerebro.
    A su lado su familia y su pareja, como mártires también de su  tragedia, espectadores de lo más horrible,  vivir  la lenta agonía de lo que mas quieres en la vida.

Es complicado ponerse en la situación de esta chica, si pienso en mi juventud, lo de la muerte no figura a esa edad en la agenda de ningún joven.
 Lo de las muertes anunciadas, y más si se producen cuando apenas ha comenzado a vivir, producen un terrible espanto, el trayecto final con sus momentos de esperanza y de pánico, minando  los cimientos más resistentes.

¿Es posible, recibir la noticia de la enfermedad,  sin derrumbarte?
Supongo, que cuando esta situación se da en personas jóvenes,   la reacción a de ser, sentirse  injustamente tratado por la vida, sin saber porque.
Situaciones así,  debilitan mi percepción de las bondades de la existencia, incluso cuando esta transcurre sin sobresaltos... En mi caso, he sufrido el azote de  esta horrible enfermedad en hermanos.

 Cuando se viven este tipo de experiencias, queda la percepción de que el fantasma esta agazapado y preparado para atacarte en cualquier momento.




 Afortunadamente, también en mi cerebro esta permanente, el final de mi padre y digo lo de afortunadamente, porque en el percibí  otra manera de morir.

El asumio consciente que tu ciclo por edad y capacidad de sentir algún tipo de emoción, había finalizado, y  hablas de su próxima muerte, desde una perspectiva superada, pues nada de lo que te ocurra, dejará de ser normal a los 84 años.
        En mis últimas conversaciones con él, me transmitió con una entereza, que cada día valoro en mayor medida, su total tranquilidad y disposición, a como el decía "Pasar al otro barrio" ,  lo único que pedía a los que le cuidamos, que no tratáramos de alargar la agonía final en los hospitales.
  Algo, que quizá no lo cumplimos del todo, pues aun lo intentamos, si bien solo conseguimos, que durante unas semanas, alargara su agonía y con mucho dolor.







   Un vídeo, relacionado con el dolor de una pérdida