
Asistimos a un tiempo donde el campo de la singularidad trata de ser aplastado por los manuales médicos y sus tablas de síndromes y trastornos, uniformizando una gran variedad de fenómenos clínicos dispares. No se trata de una postura contra la medicación, es claro que muchas veces es necesaria, cuando no imprescindible, la administración del fármaco. El problema es que corremos el riesgo de la cronificación de la medicación como respuesta.



Los niños cambiaron y se relacionan de un modo diferente al que se acostumbraba hace décadas. Y la escuela es el ámbito que más se resiente, dado que mientras mantiene los cánones del siglo XIX (niños quietos en las aulas y atentos a la maestra), los alumnos actuales reciben una estimulación permanente.
Rápido, más rápido, es la consigna de esta época. Estamos viviendo la "época de la adrenalina". Esto puede verse en los hábitos comunes, hasta en los videojuegos que estimulan a límites extremos la descarga adrenalínica. Los deportes de riesgo, la velocidad y el sobreestímulo marcan toda la vida cotidiana. La televisión y el videoclip, etcétera. ¿Cómo estudian los niños ahora?: con una multiplicidad de estímulos, con la televisión encendida, la computadora, el celular, los videojuegos. Están conectados con varias cosas al mismo tiempo. "Atienden" en forma simultánea a diversas situaciones.


ser "fundadoras" de diferentes marcas generadoras de distintos tipos de lazo social. Si en la modernidad los padres eran los agentes de socialización primaria de los niños, ahora, en cambio, las computadoras, la televisión y la publicidad asumen la tarea de educarlos. Todo esto implica que los niños han abandonado totalmente la esfera doméstica. La familia deja pues de ser una institución para convertirse en simple lugar de encuentro de vidas privadas. Quizás sea por eso que los médicos, psicólogos y técnicos hemos cobrado tanto protagonismo en esta época.