Cuando el ruido y el ego y la sobervia, son hijos de la misma madre.
Inoperantes, semi-aturdidos y con cierta desorientación, el tiempo se abre paso en nuestras vidas, tozudo y despiadado, tragedias que nos pasan rozando, olvidos, proximidades que se convierten en muros infranqueables, la maldita manía de trocearnos, para sentirnos cómodos en la soledad, el daño de la soberbia sobre nuestro mísero existir, son tiempos de aprender a ser pequeños, buena parte de los humanos desconfiamos de todos y de todo, nos ocultamos en nuestros complejos de manera ridícula, oigo tanto hablar a virtuosos cada día que me atolondro más, amigos machacones, empeñados en que los oigas disertar sobre sus triunfos, tanto, que asquean. (Lo llevo con paciencia, pero no muy bien )
Pero es horroroso que por salvar amistades, te sometan día sí y al otro también, al pavoneo continuo, sobre lo especiales que son hijos, nietos, nueras et.et.et.