Difiere bastante, de cómo se producen hoy día. ¡¡Me explico! El amanecer típico de un día de tormenta arrancaba con la cabañuela, traducida en cierta humedad, niebla y nubes bajas, que a media mañana comenzaban a disiparse, dando paso a nubes de evolución vertical, que crecían al oeste en zona montañosa y por lo general entre el "Pico" y " la casa Pegote" .
Estos cumulonimbos emergían oscuros y con bordes muy definidos y
redondeados. Sobre medida mañana se diluían las nieblas bajas, quedando formada la amenaza de tormenta para la tarde.
Sobre el medio día, se producía el ocultamiento del sol, y en el tiempo de la siesta se oían lejanos los primeros truenos, con cierta lentitud la luz del día, iba dando paso a cierta oscuridad, según el desarrollo de la tempestad.
Entre la 5 y las 6 de la tarde, los mayores comenzaban a visitar la esquina de Tartaja, que era el mejor lugar para seguir la evolución de la tormenta.
Aún recuerdo comentarios como, "esta
cogida en el porrón", "toma fuerza en el estrecho", "aquellos ramales son de granizo", "le están
tirando en el pozo cano", "se ha partido en el pico", "se vence a payuelas", "los cohetes la están volviendo".. et. et.
Mientras tanto, las familias se afanaban en guardar, todo lo que se pudiera perjudicar, en mi caso, recoger las cabras, la
mula y tapar las ollas, las mujeres recogían ropas, las gallinas, y algún que otro animal de corral.
Los habituales de vigilar y comentar el desplazamiento, y la embargadura de la tormenta eran, el Cosme Pizlan, Juárez .el Porras, el Cojo Toni , Alfredo, Manuel el Pajarero (mi padre) que por cierto solía llegar de los últimos y también era de los últimos en resguardarse y cuando ya caían las primeras gotas o granizos, a veces también se añadían Luis Leona, José Perol, Hermogenes y otros que no recuerdo, al tiempo que seguían los movimientos de la nube, se contaban historias de tormentas pasadas.
En animada conversación, se analizaba minuciosamente todos los movimientos de la tempestad.
En
las conversaciones y comentarios solía aparecer, el desgraciado suceso que se
produjo en el barrio Graos, donde un rayo alcanzó a un bebé, en brazos de su madre, falleciendo en el acto.
La señora era la "Señorita", porque si no recuerdo mal, era la
amante de uno de los que antes llamaban el señorito, o algo así.
Si la tormenta llegaba al barrio, las familias con todo recogido entraban en sus casas, se cerraba las puerta, y se retiraba el puente que hacia de plomo, en la acometida de la luz, despues en penumbra conteníamos el aliento.
Cuando el viento y las primeras gotas anunciaban que la tempestad era inminente, un silencio angustioso atenazaba a toda la familia.
Si el granizo hacia acto de presencia, el miedo se convertía en
angustia, era sabido que el sustento del año estaba en peligro, si solo era lluvia los rostros
se relajaban y se daban gracias a dios.
Hay algo que deseo reseñar por lo
estrambótico, el grito de guerra de Pizlan, un vecino que cuando la tormenta descargaba
con la máxima intensidad, salía a la puerta de su casa y lanzaba un potente grito a lo Tarzan, que por cierto nunca llegué a entender.
También recuerdo, que después de la tormenta, los más jóvenes nos dedicábamos cazar pájaros caídos de los nidos, que en sus primeros vuelos y con los árboles mojados era fácil de capturarlos.
El resultado era volver a casa
embarrados, afortunadamente las casas de aquella época estaban preparadas para este tipo de cosas, los suelos solían ser de tierra, o material similar, en definitiva, las preocupaciones no pasaban por tener las viviendas como los chorros del oro, entre otras cosas, porque en muchos casos eran casas con habitáculos adosados como cuadras, gorrineras, gallineros et.