La oscuridad me sobrecoge, nada se mueve, la luna en cuarto menguante se oculta, atrapada en negros nubarrones, un ruidoso aleteo en un viejo olivo me sobresalta, un búho abandona su cobijo con vuelo bajo.
He relevado a mi padre en la bajada del agua, desde el molino de la placeta.
Después que nos viésemos en la garita del guarda, un estrecho callejón que divide las escuelas de la casa del molinero.
Ahora estoy en los Olmos de Pepe Rico, próximo a la casa Baltasar.
Después de pasar por el partidor de Don Julián, La "Casa la Parra", la Almazara de Gachero, (bajo su formidable plátano).
¡Por cierto!, con un buen susto, por el ladrido bronco del corpulento perro. Afortunadamente al hablarle me ha conocido, ya que no pocas veces visito este lugar, ,donde viven mi tío Juan y mi tía Angelica,(Señora del guarda del agua), más abajo encuentro la casa del olivar, oculta entre chopos y olivos centenarios.
Cruzo el camino de Las casicas, donde hace una doble curva.
La acequia continúa dirección a los Olmos de Pepe Rico, y continúa serpenteando por lindes de bancales Y senda paralela, La hierba ribacera cae como mechones hasta tocar el agua, también encuentro algún granado, higuera, manzano et. que ha crecido de forma natural, amparados en la humedad.
Con estas premisas, vigilar las boqueras, hasta la llegada del agua a la parcela, solo con ayuda del farol, resultaba bastante complicado.
Unos minutos después me encontraba apoyado en el astil del legón, en el partidor de los olmos, esperando con impaciencia el ruido de las hojas al ser empujadas por el agua.
El silencio y la oscuridad me inquieta, miro el farol con llama jadeante, al que tendré que subirle un poco la torcía, para avivarla.
En el interior del acristalado artilugio, una y otra vez chocan los insectos en sus descontrolados vuelos.
La noche se va tornando más fría, desdoblo la solapa de la chaqueta y le trabo el último botón del cuello. Miro el reloj que marca las 2 hora 15 minutos y según el horario de acequia, van 10 minutos de retraso, la duda asalta mi mente, ¿habré olvidado alguna boquera?.
La acequia continúa dirección a los Olmos de Pepe Rico, y continúa serpenteando por lindes de bancales Y senda paralela, La hierba ribacera cae como mechones hasta tocar el agua, también encuentro algún granado, higuera, manzano et. que ha crecido de forma natural, amparados en la humedad.
Con estas premisas, vigilar las boqueras, hasta la llegada del agua a la parcela, solo con ayuda del farol, resultaba bastante complicado.
Unos minutos después me encontraba apoyado en el astil del legón, en el partidor de los olmos, esperando con impaciencia el ruido de las hojas al ser empujadas por el agua.
El silencio y la oscuridad me inquieta, miro el farol con llama jadeante, al que tendré que subirle un poco la torcía, para avivarla.
En el interior del acristalado artilugio, una y otra vez chocan los insectos en sus descontrolados vuelos.
La noche se va tornando más fría, desdoblo la solapa de la chaqueta y le trabo el último botón del cuello. Miro el reloj que marca las 2 hora 15 minutos y según el horario de acequia, van 10 minutos de retraso, la duda asalta mi mente, ¿habré olvidado alguna boquera?.
Con alguna inquietud por la tardanza, me dispongo a des-andar la acequia, cuando el sonido del chorro cayendo en una poza próxima, me tranquiliza.