CUENTO DE NAVIDAD: (Al sur de Hellín)
Molino Falcon, finales de diciembre de cualquier año.
El abuelo y el nieto deciden ir a coger alguna rama a la orilla del rio.
Es noche buena, y la vieja
casona de paredes robustas, el duro invierno la está enfriando.
Han llegado los hijos, como cada navidad,
a compartirla con los abuelos y es tiempo de alegría.
La mañana es plomiza, y nos deleita con algún copo de nieve, son como plumas meciéndose, antes de caer a tierra.
La bonanza es total, el paisaje se compone de barrios y caserones esparcidos. De algunas chimeneas emergen columnas de humo. Algunos estorninos levantan el vuelo entre los olivares.
El abuelo con paso lento, el nieto corretea a su lado, están llegando a un paraje muy entrañable. "El molino Falcon", junto al rio mundo, del que solo quedan escombros, y unas especie de ojos semitapados con tierra y piedras, por donde antaño salía el agua utilizada para mover las piedras de moler.
El nieto vigoroso está deseoso de recoger ramas, hay en abundancia, él abuelo le muestra cómo hacerlo, y se pone manos a la obra, mientras el nieto está haciendo acopio de la leña, el abuelo se apoya en un viejo tronco, y sin notarlo apenas, su mente se desconecta de la realidad. Ve un carro que desciende por la cuesta, hasta llegar a la puerta del molino.
Son el "Pajarero" y su hijo mas pequeño, que llegan para moler unos costales de trigo. Al momento son recibidos por el molinero, con un saludo amable es alto y delgado y con un tic nervioso, tal vez por el efecto de la profesión, es de cuerpo alto y delgado, Manuel contesta al saludo, mas algún ocurrencia o chascarrillo, que viniese a cuento, mientras sujeta el ramal de la mula a una anilla para tal menester anclada en la pared y calza el carro con un par de trozos de madera que le facilita Paco.
Al momento los costales de trigo sobre la espalda del molinero los va entrando al molino y vaciándolos en la torva. El niño juega en un lugar casi mágico, una gran chopada junto al rio, con algún olmo centenario, el agua está presente en todo el paisaje. ¡Ten cuidado le dice al niño!, que corretea como loco.
Al momento llega la molinera, que al ver al pequeño lo llama, y como hace cada vez, le ofrece un poco de pan con chocolate, el pequeño dice ,gracias y continua husmeando en su lugar preferido una pequeña canaleta, en su mayor parte horadada en la caliza, que baja desde la entrada del agua al molino, y que sirve para abastecer un pequeño lavadero, así como las necesidades de la casa. Después mira como comienza a caer la harina por un pequeño orificio en forma de pico de flauta, hecho de madera, que moviéndose hace que la harina se deposite en un cajón abierto, de donde se irán llenando de nuevo los costales.
El abuelo y el
molinero están en animada charla, comentan la última tormenta, cuyo granizo
pico algo las hortalizas, dicen que de haber sido un par de semanas antes,
habría dañado el cereal aun sin segar.
El niño como suele hacer cuando acompaña a su padre, sube para ver el entronque
de la calcina, con la balsa de la luz, es un estrecho sendero, de unas decenas
de metros envuelto en matorral y chopos y con una fuerte pendiente, la tarde
está agonizando, y se le ha pasado en un momento, poco después ve, como el
trigo convertido en harina, esta en los costales de nuevo y cargado en el
carro, su padre por si acaso se les hace noche, prepara el farol, por si tiene que prender la
mecha al regreso, se despide de Paco el perro, y del matrimonio molinero, y el
mulo con la carga y los viajeros emprende el regreso.
En ese momento se despierta el abuelo, y el nieto con un buen acopio de ramas está tirando de su mano, abre los ojos, y con su pañuelo pañuelo se limpia las lágrimas, felicita al nieto por su trabajo, y con sendas
cuerdas se cargan la leña a las espaldas, e inician el regreso.