Ángel Gabilondo
"Siempre somos Hijos"
Un equilibrado articulo sobre
el relevo generacional
Se viene produciendo un verdadero entrecruzamiento en la necesidad cada día más patente de cuidarnos.
También, mutuamente. Valerse por sí mismo no significa ignorar a los demás, aunque sea un factor determinante de la autonomía personal. Sin embargo, no pocas veces resulta en alguna medida inviable. Y ello ha de considerarse una auténtica dificultad en la práctica de la libertad. La complejidad del tiempo presente ha provocado una alteración tan profunda que nos encontramos con escenarios
en las que se produce un cierto abandono.Mientras tamaña ocupación les hurta vida, tiempo de vida. Y entonces, a pesar de los afectos, no es infrecuente encontrar quienes sienten su condición como una carga, que exige una dedicación y un esfuerzo que, aunque se espere y se presuma, nunca supusieron que fuera tal. No resulta fácil ni ser padres ni ser hijos, por mucho que esgrimamos la consabida naturalidad Pero dado que se trata de una relación y no de un mero velar, vigilar o transmitir, no todo se reduce a acción, ha de haber pasión, esto es, capacidad de verse afectado. Y entonces decimos algunas palabras, aunque también las escuchamos. Un niño, y más aún un chico, un chaval, es asimismo capaz de desear, de preferir y de distinguir. Y desde luego, de necesitar. No se cuestiona su inmadurez, pero ello no significa incapacidad y, menos aún, falta de sensibilidad o de perspicacia. No es cuestión de subrayar, por ejemplo a la par, nuestras deficiencias y carencias.
Todos somos hijos.
OPINIÓN: Antonio Villena.
Profundo, y en mi opinión, acertado artículo sobre el siempre complicado relevo generacional, no pocas veces experimento en la actualidad, cuestiones como las que relata A. Gabilondo.
Entiendo que la proximidad y la comunicación entre padres e hijos, pocas veces suele ser trasparente y certera, en cuanto a equilibrios emocionales, y sobre cómo han de ser los comentarios adecuados, para no herir
sensibilidades.No pocas veces, los hijos tratan de convertir en gracietas, cuestiones existenciales sobre nuestra tercera edad, y no siempre se dan cuenta, que a veces, lo que para ellos es una simple broma, nos hiere en lo más profundo, si bien trataremos de ocultarlo, pero nos queda el poso de que no es lo adecuado, para establecer el grado de afecto mutuo natural.
¡Ocurre! , que quienes estamos pisando el último tramo del camino, no siempre aceptamos con humor, verdades sobre nuestra decadencia, por muy graciosas que sean.
Y sobre nuestra situación, lo más importante, evitar chistes más o menos subjetivos, sobre nuestra nota como padres.
Estas conversaciones que pueden desarrollarse en buen ambiente, no pocas veces nos hacen daño, si bien, procuraremos disimularlo para no romper momentos más o menos agradables y de proximidad.
En mi opinión, lo más adecuado, seria no defender, ni responder de mala manera, es obvio, que siempre prevalece aquello, de que los hijos, para bien o para mal, son el resultado de nuestro propio proyecto de familia, y como tal, es natural que lo aceptemos, si bien, no pocas veces mordiéndonos la lengua, sobre sus opiniones