Desde un punto de vista emocional, todo
lo que una persona no se da a sí misma lo busca en su relación con los demás:
afecto,
La independencia pasa por aprender a
auto-abastecerse.
Es hora de reconocerlo: por lo general
somos una sociedad de "eruditos racionales" y "analfabetos
emocionales". No nos han enseñado a expresar con palabras el torbellino de
emociones, sentimientos y estados de ánimo que deambulan por nuestro interior.
Y esta ignorancia nos lleva a marginar lo que nos ocurre por dentro, sufriendo
sus consecuencias.
"Los
demás no nos dan ni nos quitan nada. Tan sólo son espejos que nos muestran lo
que tenemos y lo que nos falta"
Debido a nuestra falta de conocimiento y
entrenamiento en inteligencia emocional, solemos reaccionar o reprimirnos
instintivamente cada vez que nos enfrentamos a la adversidad. Apenas nos damos
espacio para comprender lo que ha sucedido y de qué manera podemos canalizar de
forma constructiva lo que sentimos. De ahí que nos convirtamos en víctimas y
verdugos de nuestro dolor, el cual intensificamos al volver a pensar en lo
sucedido. En eso consiste vivir inconscientemente: en no darnos cuenta de que
somos cocreadores de nuestro sufrimiento.
Por el camino, las heridas provocadas
por esta guerra interna nos dejan un poso de miedos, angustias y carencias. Y
la experiencia del malestar facilita que nos creamos una de las grandes
mentiras que preconiza este sistema: que nuestro bienestar y nuestra felicidad
dependen de algo externo, como el dinero, el poder, la belleza, la fama, el
éxito, el sexo...
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