PASADO

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LA SOBERBIA TIENE UNA HIJA Y ES LA INGRATITUD, (EL QUIJOTE)

jueves, 9 de noviembre de 2017

ALMAS CANSADAS, DE ÁNGEL GABILONDO /

Seres cansados

Por:  13 de diciembre de 2013
Hay ocasiones en las que hasta puede resultar gratificante sentir algún cansancio, incluso no poco. Vendría a ser la consecuencia de una labor, de un esfuerzo, de un trabajo satisfecho. Aunque no siempre es el resultado de la tarea realizada, ni es signo de una jornada fructífera y fecunda. A veces, se experimenta más como un malestar, una incomodidad, sin paliativos. Pero en otras es la ocasión

propicia para el buen reposo, bien merecido. Por ello, cuando se dice estar cansado es preciso atender a cuál es el sentido y alcance de lo que eso significa. Oímos con tanta frecuencia a quienes lo hacen valer como una queja o un lamento, que ya sus voces apagan a quien está efectivamente cansado. Se esgrime también como unarazón, no necesariamente una excusa. Conviene no confundir los fatigados con quienes resultan fatigantes.
No faltan quienes desarrollan tal actividad que no es extraño que se encuentren cansados. Ahora bien, no hemos de precipitarnos al establecer la relación del hacer con el cansarse, ya que es menos directa de lo que parece. A veces sentimos cansancio de lo que no hacemos, o cansancio por lo que tenemos que hacer. O cansancio de lo que no podemos hacer, o de hacer lo que no queremos. O cansancio por lo que otros hacen o dejan de hacer. Es más, a veces ningún alivio es comparable al de hacer, ni produce más descanso. Podemos estarcansados de lo que no ocurre, como cabe estar harto de no comer.
Ahora bien, no siempre la percepción del cansancio es simplemente algo individual. Parece deslizarse un cierto aire de “cansancio ontológico”, que vendría a ser un buen pariente de un determinado “aburrimiento ontológico”. Tal cansancio constituiría finalmente el gran motivo para la falta de implicación, una suerte de imposibilidad que justifica la inacción. Nada llegaría a ser diferente, todo estaría ya dado. Con independencia de cualquier acción, sería siempre idéntico, sin otras vías o caminos. Al decir “esto es lo que hay” se consagraría la identificación de lo que es con lo que pasa. Podríamos denominarlo “realismo”, pero no sería sino la entronización del puro durar de lo igual. Y eso sí que resultaría fatigante. Estaríamos cansados antes de empezar o acabados antes de finalizar. Seríamosseres cansados.

No nos referimos a la fibromialgia, como síndrome de fatiga crónica, de carácter neurológico, que no está vinculada a la actividad y cuyos efectos se dejan notar en el humor o en la comunicación y tanto dificultan las tareas. El cansancio que ahora nos ocupa obedece tanto a la falta de energía, como de motivos o de razones. Todo parece valer en igual medida, en que en concreto carecen de valor. Solo resulta agradable lo que es absolutamente inalcanzable y el cansancio empieza por ser el de soñar, no ya lo imposible, sino lo que no tiene ninguna posibilidad, que no es exactamente lo mismo. No parecería viable lo que siendo posible, no habría modo de que ocurriera. No encontraríamos el modo de evitar lo que no siendo inevitable no habría manera de lograr que no sucediera. Lo que cansa es exactamente la inviabilidad de lo posible, no ya la de lo imposible.
Más duro es atisbar que el cansancio pudiera obedecer precisamente a la incapacidad de poder. Y no por la falta de determinación, sino de la capacidad para hacerla efectiva. La ausencia de posibilidades acabaría por producir el cansancio de las propias posibilidades, ante el temor de desear aquello que una y otra vez se topa con su falta de realización. Parecería entonces más realista dejarse seducir por un sereno abatimiento, ante la constatación de no poder. Cansados no ya de hacer, sino de no poder, brotaría otra fatiga diferente, no la de la impotencia sino la de la infecundidad. 
Entonces el cansancio produciría una suerte de tristeza, la del reconocimiento de que poco cabe hacer. Sin embargo, ella sí haría, impregnándolo todo de un agotamiento capaz de desalentar cualquier iniciativa. La pérdida de sensibilidad para la escucha encapsularía cualquier aproximación o cualquier palabra. Aparentemente activos, sin embargo, no habría espacio para la acción. No sabríamos explicar bien qué nos ocurre, quizá lo que no nos sucede. No habría espacio para el desacuerdo, simplemente no encontraríamos el terreno en el que aposentarnos. Todo se reduciría a dejarse ir.

Fatiga pensar lo que nos espera, aunque no menos lo que no nos espera o esperamos. Lo que ha de venir podría aliviar si lo que nos ocurre no nos satisface, pero asimismo corre el riesgo de ser un antídoto para afrontarlo. Ese cansancio futuro, por el futuro, no es sino una elongación de un agobio del presente. Entonces la fatiga proviene no ya del difuso devenir, sino del incómodo presente. En realidad, el cansancio funciona en tal caso como un modo de paralización del tiempo, que es tanto como echarlo a perder. Se produciría entonces la paradoja circular de que el peor cansancio es el que responde al propio cansancio. No sería ya una consecuencia, sino una causa.









Hay, en efecto, seres cansados. Y no necesariamente con razón. Nos envuelven con sus fatigas y no siempre está claro a qué obedecen. No solo cabe hablar derebeldes sin causa, con más motivos que los explícitamente enunciados y de más profundidad que lo más aparente, también hay cansados sin razón de ser, pero no por ello sin efectiva justificación. No se trata de hacer un catálogo de cansancios, si bien de hecho algunos son poco explicables, mientras parece increíble que otros no lo sean en sumo grado.
Sin embargo, el cansancio no es un estado de ánimo y no es cosa de dejarse o no llevar por él. Si todo
lo impregna, ratifica lo existente precisamente mediante el gesto de limitarse a padecer sus efectos. No es suficiente con los paliativos, es imprescindible afrontar sus motivaciones, incluso aunque no lleguen a argumentos. Y entre ellos está el de no hacer de eso una razón de ser, un modo de vida y una forma de vivirla. Y menos aún para reclamar atención. No siempre quienes tienen verdadero cansancio disponen ni del tiempo ni de los recursospara hacerlo valer. Ni de las fuerzas.
(Imágenes: Obras de Johannes Kahrs. A partir de una foto, una proyección de vídeo o una película realiza sus dibujos y pinturas al óleo. Silent depression, 1999;Untitled (Trauer), 1996; Untitled (nr Auslöschung), 2003; y Therapy (

Bed), 2005)










A. Villena.........     Opinión


      Fantástico Ángel en su articulo.

        En mi caso, percibo en mi micro entorno  un desgaste de actitud,  bastante relacionado con este mensaje de cansancio, del cual hace referencia en el
articulo de Gabilondo.
Y como no, la percepción de encontrarse inmerso en un entorno  plagado de corrupción y de injusticia.
  Esta situación provoca conversaciones con un único tema.

   Dicho esto y acabo.  Supongo que la justicia tiene un papel importante que jugar, para reparar el hundimiento de perceptiva, que se ha instalado en nuestra sociedad.          


miércoles, 18 de octubre de 2017

REPASANDO LA ACTUALIDAD DE MI VIDA EN- 9-10-2.001 /

Tirando del Baúl.


La obra de Pinoso duró aproximadamente dos años y me tuvo bastante ocupado. 
El caso de Luis continuaba agrandándose en los tribunales, y mi preocupación aparecía de vez en cuando, es cierto que poner tiempo por medio, me daba algo de serenidad y autoestima.
 A todo esto, la vida pasa, y los chicos crecen, afortunadamente sin muchos sobresaltos.
Quizá lo más significativo, los contrastes entre ellos, que son bastante relevantes

Paso para copiar lo relatado en fecha
  09/10 / 2.001

Estoy en Isso en fin de semana y puente.
 Ha sido decretada la alerta por gota fría, en el sudeste y levante.
   Mi ánimo algo tocado, quizá por las razones siguientes.

 He procurado explicar lo mejor que he sabido a los hijos, el significado de la palabra "libertad", así, como principios.

 Los tres están iniciando su andadura laboral, una jungla bastante complicada, y donde es muy fácil dar pasos en falso, en cualquier caso, hoy en día, (Me refiero a la fecha del escrito), se están defendiendo bastante bien.

El mayor, presta servicios como Ingeniero Técnico en Pavasal, después de pasar por Tragsa ,y por una empresa de Cocentaina, esta última le tenía desplazado en Ibiza como responsable de un proyecto de polígono Industrial y como primer trabajo, responsable a pie de obra.
Lo dejó después de unos meses, la novia en la península, y una oferta de Pavasal le convencieron.

El hijo siguiente, con la carrera de arquitectura técnica acuestas, trabajando en la segunda empresa como topógrafo.

 Por cierto, estos últimos meses, están siendo   complicados en lo personal, no solo para él, sino también para nosotros, ha roto con la novia, y ha decidido independizarse, con mi ayuda se ha comprado un coche.

El más chico, ha trabajado este verano en Tragsa ,y está haciendo el segundo año, de un módulo en formación profesional, sobre interpretación de planos.

  Este micro retrato de los hijos ha surgido, consecuencia, de mi situación de, "Moral tocada",

 en parte, debido al cambio tan brusco que han experimentado, relaciones para con los tres.

    Apenas los vemos, nunca imagine, que se podía dar una situación así, en tan poco espacio de tiempo.
Nuestra proximidad desde chicos, y hasta la adolescencia, ha sido total.   Consecuencia de la movilidad, por mi trabajo.
Esa situación, y el deseo de volver cada fin de semana a Isso compartiendo viaje, era mi oportunidad de ir poniéndoles al día, sobre comportamientos en sus inicios laborales.

 Otra cuestión que me ha dejado perplejo ha sido, la manera de levantar vuelo a edad temprana.  Sugerirles tal cuestión, nunca entró en las conversaciones, ni en broma.

Como no puede ser de otra manera, su madre y yo, siempre hemos respetado sus decisiones, y los tres están abriéndose camino fuera de nuestro cobijo.
Lo más doloroso para nosotros, que el cambio ha sido demasiado rápido, apenas hace un par de años, no había manera, de que ni los fines de semana, se alejaran un momento de nosotros.

También apuntaría que, el trabajo me está minando el cerebro.
Mi jefe está confiando en mi buen criterio, según me comenta, y eso hace que la dedicación no me dé un respiro.
          Esa situación que, en principio, no tendría por qué ser mala, lo cierto, que cuando hay que traducir esa confianza en resultados, sean económicos o de calidad, también soy yo, quien he de dar las explicaciones correspondientes.





Esta cuestión, tiene un único fin.  Si hay errores habre de aclarar el porqué. Por
 otra parte, si los resultados son satisfactorios se entenderá como normal.

La foto primera, se refiere a la reforma e impermeabilización del Embalse de Orito, obra ejecutada por Tragsa, y donde yo participe como encargado.



Vídeo para reír un poco

miércoles, 27 de septiembre de 2017

¿COBARDÍA O ESTÓMAGOS AGRADECIDOS? (Voz populi)

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26.09.2017 

MIGUEL JIMENEZ
Esa es la pregunta que, indefectiblemente, nos hacen a los catalanes el resto de españoles. Nosotros mismos nos la hacemos. ¿Por qué los separatistas pueden convocar a una cantidad de personas suficiente para llenar el Paseo de Gracia y nosotros no? ¿Por qué el separatismo tiene esa abrumadora presencia en la calle y en la vida cotidiana, y los constitucionalistas son casi clandestinos? ¿Es cosa de dinero, de propaganda, de medios de comunicación, de tener a toda una 
administración detrás? Sí y no.
El miedo tapa la verdad
Eso afirmaba Don Miguel de Unamuno. Una cita muy a propósito, ahora que nos movemos entre tantas postverdades o, lo que es lo mismo, mentiras cargadas de ponzoña, mentiras dirigidas al odio y a la mixtificación de una historia que se pretende ganar en mendaces libros ya que no se supo ganar en su momento. Porque todo el mundo en Cataluña sabía que, tarde o temprano, el momento que vivimos llegaría. Lo sabían los separatistas, que prepararon el camino con cuatro décadas de anticipación, y también lo sabían los que consintieron tal cosa por acción u omisión.
Quizá la pregunta que se nos formula a los que, siendo catalanes y amando a Cataluña, estamos ahora inmersos en la defensa de la razón, la sensatez, la ley y la convivencia, no sea la correcta. Lo pertinente sería preguntarnos por qué dejamos que las cosas hayan llegado hasta este punto, por qué la sociedad civil que no está por la secesión se ha dejado amordazar sin oponer resistencia, por qué los partidos que debían habernos defendido no lo hicieron. Esto es el parto de un monstruo, sí, pero la fecundación y embarazo del mismo no son cosa de ahora. Vienen de muy lejos.

Y todo surge de lo mismo: el miedo. Digámoslo así, sin tapujos. En Cataluña hay miedo entre la gente desde hace años. Miedo a que te señalen como un facha, miedo a que tu empresa no pueda hacer negocios con la administración autonómica, miedo a que tus hijos se vean discriminados en el colegio, miedo a que te hagan el vacío social en el trabajo, el barrio, el pueblo. Miedo, en fin, a ser diferente del estándar oficial, el miedo que cantaba Georges Brassens en La mauvaise réputation cuando aseguraba: “Mais les braves gens n’aiment pas que l’on suive un alter rute qu’eux”.
En Cataluña hay miedo entre la gente desde hace años. Miedo a que te señalen como un facha, miedo a que tu empresa no pueda hacer negocios con la administración autonómica, miedo a que te hagan el vacío social en el trabajo, el barrio, el pueblo"
Es el miedo a no formar parte de la tribu, que el nacionalismo sabe explotar con una tremenda eficacia, a quedarte aislado, sin apoyo, condenado a ser un apátrida en tu propia tierra. Es un miedo que jamás se confiesa, que no se manifiesta, que vive corroyendo las entrañas de todo un pueblo. Miedo y comodidad, miedo y resignación, miedo e indignación ante los que no lo tienen. Las frases, odiosas frases, de “¿a ti qué se te ha perdido metiéndote en política?” o “no te líes” que menudearon tanto durante la dictadura franquista no han dejado de pronunciarse en susurros en la Cataluña convergente. ¿El tres por ciento? Todo el mundo empresarial lo conocía. Los partidos políticos, también. Pasqual Maragall se lo espetó a Artur Mas en una sesión parlamentaria histórica y se la tuvo que envainar “por el bien del país”, según dijo entonces. Era miedo. Como cuando Jordi Pujol iba a TV3 para autoentrevistarse y hasta los cámaras se ponían corbata, porque venía “el amo”. Lo decían entre risas de conejo, plebeyas, soeces. Las risas de los que asisten a un linchamiento y no se atreven a manifestar sus opiniones por el qué dirán.
Pujol le dijo en cierta ocasión a un periodista señero que, para ser catalán, entiéndase, un buen catalán, un catalán como Pujol entendía que debía ser un catalán, solo había que hacer tres cosas: ser del Barça, ir una vez al año a rezar ante la Virgen de Montserrat e inculcar en tus hijos o tus nietos el hábito de hablar en catalán, en caso de no ser tú mismo un catalanoparlante. Los tres tótems de la tribu. Recuerden el escándalo que se organizó hace años cuando Albert Boadella –al que, finalmente, han logrado echar de su casa en Cataluña– parodió a la Moreneta en Televisión. El riesgo a no tener miedo que asumió el genial actor lo ha llevado a ser, prácticamente, un exiliado. Por eso los miedos han ejercido de suave colcha que ocultaba la espantosa realidad: vivíamos en una dictadura del pensamiento y cualquier forma de disidencia se pagaba con algo terrible: la muerte civil
El mundo feliz secesionista
Al no haber disidencia pública, la sociedad catalana vivió a lo largo de todo este tiempo capada, impotente, amordazada y aparentemente feliz. O, al menos, con el estómago lleno. Las entidades sociales estaban en manos de nacionalistas, los medios e instituciones hacían girar las ruedas del discurso oficial, las escuelas adoctrinaban a centenares de niños en las falacias doctrinarias de la nación catalana –pregunten a cualquier universitario catalán cuatro cosas acerca de la historia de España y prepárense para escuchar un auténtico delirio– y, rizando el rizo, los nacionalistas llegaron a convencer a los ciudadanos de que las elecciones autonómicas eran “cosa de los catalanes”.
¿Cómo iba a estar la gente preparada ante el envite separatista después de toneladas y toneladas de adormidera política? ¿Qué músculo iba a exhibir la sociedad no independentista si los tenía atrofiados, tras décadas de inmovilidad política?
Y los partidos y sindicatos, que habrían podido ser el motor de la protesta, ¿qué iban a decir, después de haberse sentado a la mesa de Pujol y compartir con él las delicias del poder?
Los millones de electores de Hospitalet, Badalona, Cornellà, de todo el cinturón metropolitano barcelonés en el que se concentra el 80% del PIB catalán y de su población, se abstenían cuando tocaba ir a votar. “Son cosas de ellos”, decían los que, en cualquier otro tipo de comicios se apresuraban a emitir su voto de izquierdas. Y si no, el mismo Pujol se ocupaba de mimar a presidentes de casas regionales, visitar la Feria de Abril que se celebra en Cataluña, tanto o más populosa que la andaluza, y de hacerse el simpático como cuando acudió a un concierto de Los Chichos y dijo, orondo y mendaz: “Yo a estos señores los escucho en la radio del coche”.

Ahora ha llegado el momento en el que deberíamos, y me incluyo, plantar cara firme y democráticamente a la sinrazón y el despropósito de Puigdemont y los suyos. Pero llegamos tarde. Ellos construyeron su mundo feliz y nos dieron el famoso soma a todos los catalanes, y lo engullimos ávidamente, unos con placer y convicción, otros por miedo a ser diferentes. No arrostramos el dulce riesgo de la disidencia, el latido de vida que supone hacerle frente al gigante.

Que a día de hoy exhibir una bandera española sea motivo para que te llamen facha o votar al PP o a Ciudadanos te convierta poco menos que en un nazi es la consecuencia de tanta dejadez moral, de tanta cobardía. Porque esa es la última razón de todo. Sí, señoras y señores, gloriosas excepciones aparte, si los catalanes que no estamos por el suicidio de todo un país no hemos salido aún a la calle se debe a la pura cobardía, al conformismo más bajo y ruín. No es que los independentistas sean más, que no lo han sido nunca, es que los otros somos unos timoratos.