"Si no lo encuentras dentro de ti,
¿dónde lo encontrarás?" (Alan Watts)
De tanto mirar hacia fuera, nuestras diferentes motivaciones se van centrando en un mismo objetivo: conseguir que la realidad se adapte a nuestros deseos y expectativas egocéntricos. Así es como pretendemos conquistar algún día la felicidad. Sin embargo, dado que no solemos saciar estas falsas necesidades, enseguida interpretamos el papel de víctima, convirtiendo nuestra existencia en una frustración constante.
Expertos en el campo de la psicología de
la personalidad afirman que este egocentrismo -que se origina en nuestra más
tierna infancia- condiciona nuestro pensamiento, nuestra actitud y nuestra
conducta, formando lentamente nuestra personalidad. Así, la falta de autoestima
obliga a muchas personas a compensarse emocionalmente, mostrándose orgullosas y
soberbias.
Al negar sus propias necesidades y
perseguir las de los demás, son las últimas en pedir ayuda y las primeras en
ofrecerla. Aunque no suelen escucharse a sí mismas, se ven legitimadas para
atosigar y dar consejos sin que se los pidan. De ahí que suelan crear rechazo y
se ven acorraladas por su mayor enemigo: la soledad.
En otros casos, esta carencia fuerza a
algunas personas a proyectar una imagen de triunfo en todo momento, incluso
cuando se sienten derrotadas. Cegadas por el afán de deslumbrar para ser
reconocidas y admiradas, se vuelven adictas al trabajo, relegando su vida
emocional a un segundo plano. La vanidad las condena a esconderse bajo una
máscara de lujo y a refugiarse en una jaula de
oro. Pero tras estas falsas apariencias padecen un profundo sentimiento de vacío y fracaso.
oro. Pero tras estas falsas apariencias padecen un profundo sentimiento de vacío y fracaso.
La ausencia de autoestima también
provoca que algunas personas no se acepten a sí mismas, y se construyan una
identidad diferente y especial para reafirmar su propia individualidad. No
soportan ser consideradas vulgares y huyen de la normalidad. Y suelen crear un
mundo de drama y fantasía que termina por envolverlos en un aura de
incomprensión, desequilibrio y melancolía. Y al compararse con otras personas,
suelen sentir envidia por creer que los demás poseen algo esencial que a ellas
les falta.