PASADO

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LA SOBERBIA TIENE UNA HIJA Y ES LA INGRATITUD, (EL QUIJOTE)

martes, 19 de septiembre de 2023

RAMIRO CALLE.. ¿ SE PUEDE APRENDER A MORIR ?




EXTRAÍDO DEL LIBRO   "APRENDER A VIVIR APRENDER A MORIR" DE RAMIRO CALLE





Compañeros de viaje:

 ¿Se puede aprender a morir?
 ¿Es posible enfrentarse a la enfermedad y a la muerte --propia y ajena-- con mayor serenidad y equilibrio? 

La respuesta es rotundamente sí, siempre que se intente comprender el fenómeno
 de la muerte, lo que exige entender también el fenómeno de la vida; aceptar el hecho inevitable del morir, saber desprenderse del ego, de los seres queridos, de las posesiones materiales, del anhelo de supervivencia, del propio cuerpo y, por último, utilizar métodos y técnicas previamente bien aprendidas y desarrolladas, para poder mantener el ánimo más sereno.

Los ciudadanos del mundo vivimos la descomposición de las instituciones políticas, sociales, religiosas y hasta humanitarias. Se agrede sin piedad a plantas y animales; el mundo está dominado por la voluntad obsesiva de poder y manipulación.

 Estas son algunas de las razones por las que un tanto por ciento elevado de la población padece depresión y otro porcentaje no menor pasa su tiempo vencido por una melancolía depresiva. Contra este loco modo de estar en el mundo existe una forma diferente de vivir. 


Algunos ya la han encontrado sin que hayan tenido que renunciar al mundo, simplemente rechazando la ofuscación de la mente. Para conseguir este estado no es necesario aislarse en la montaña, sino cambiar de actitud optando por una forma de vivir menos neurótica, más expansiva y menos obsesiva.

A veces el ser humano está de tal manera imantado por los objetos que posee que se abstrae por completo de la realidad de la muerte y pierde la consciencia de su inevitable finitud.












sábado, 16 de septiembre de 2023

TORMENTAS



Locos siguiendo un tornado. ¡IMPRESIONANTE!




Desde que tengo uso de razón, han sido mi admiración y mi miedo.

Muchas veces he pensado en ello y a decir verdad, no he llegado a ninguna conclusión.





Desde mi infancia, a pesar de que mi memoria es más bien escasa, aun guardo
 recuerdos inquietantes, relacionados con las tormentas.
Una de las hipótesis que barajo, serían los momentos de pánico que se vivían en los pueblos de agricultores, cuando en los meses estivales, y coincidiendo con los cultivos de hortalizas y siega, se producían este tipo de fenómenos.


Cuando la tormenta se aproximaba, ocupando el horizonte, desde el collado remolinar, hasta el estrecho o dirección Lietor, la inquietud ya se percibía en la cara de los vecinos, él peligro se cernía sobre el sustento del año.

Recuerdo, que las puertas de las casas se cerraban con toda la familia recogida.
También los animales habían sido resguardados en corrales y porches

Se desconectaba la luz, mi madre rezaba entre dientes y mi padre quedaba mirando la calle. Quedábamos en silencio, con el oído alerta, por si se escuchaban los tan temidos granizos, sobre los tejados.
Los más pequeños vivíamos aquellos momentos contagiados del miedo.
Las primeras gotas de las tormentas suelen ser gruesas, y si en los primeros 15 a 20 minutos, no aparecía el granizo, por lo general, el peligro había pasado, y la relajación llegaba a toda la familia.

Si, por el contrario, los granizos aparecían sobre las tejas de la cocinilla, frente a la ventana de la casa, la alarma se disparaba.
Recuerdo.  Que, en ese momento, mis padres reaccionaban con ciertos rituales, mi madre echar puñados de sal a la calle y también objetos en forma de cruz, entre los que se encontraban las tenazas de la cocina,

Mi padre, descompuesto, se acordaba de todos los santos y vírgenes, pero no para felicitarlos.

En fin, supongo, que esto habrá tenido algo que ver, con mi actitud posterior.

 En cualquier caso, continuaré relatando episodios vividos a lo largo de mi vida, relacionados con las tormentas.




           


lunes, 11 de septiembre de 2023

JUEGOS DE NIÑO EN MI BARRIO





Recuerdo con cierta nitidez, los grupos de chavales que llegaban al barrio en las noches de verano, a jugar en el trozo de terreno sobrante de la era de la trilla.
 
 La totalidad de la estrecha parcela dividía el barrio de arriba, del de abajo, si bien, en su conjunto era el Cerrico de la Cruz, más tarde llamado Caravaca, el resto de parcela no utilizado para la trilla, estaba en barbecho o poco duró, situación que aprovechábamos, en las noches de luna, para juntábamos una buena caterva de peques, y el juego favorito era el de echarnos pares de porrazos, lo de pares seria porque peleábamos dos.

No se trataba de riñas, si no de correr y forcejear con el primero que tropezabas, había momentos. que apenas nos veíamos, por la cantidad de polvo que levantábamos, solíamos finalizar sobre las doce de la noche.
El cierre de la actividad era, en el caño del Barrio Bolos, donde nos quitábamos la polvorienta y sudorosa ropa y después de sacudirla lo mejor que podíamos, procedíamos a entrar en el pilón donde abrevaban los animales. 


También en el verano, durante algunas siestas, quedábamos y con bicicletas buscábamos un sitio para bañarnos, bien al molino Falcon o la balsa de Inocente.
  los regresos no podíamos demorarlos porque por la tarde, había que estar listos para ir al campo, el verano siempre estaba cargado de faenas agrícolas, principalmente recolecciones de hortalizas y su cuidado.