Desde que tengo uso de razón, han sido mi admiración y mi miedo.
Muchas veces he pensado en ello y a decir verdad, no he llegado a ninguna conclusión.
Desde mi infancia, a pesar de que mi memoria es más bien escasa, aun guardo
recuerdos inquietantes, relacionados con las tormentas.
Una de las hipótesis que barajo, serían los momentos de pánico que se vivían en los pueblos de agricultores, cuando en los meses estivales, y coincidiendo con los cultivos de hortalizas y siega, se producían este tipo de fenómenos.
Cuando la tormenta se aproximaba, ocupando el horizonte, desde el collado remolinar, hasta el estrecho o dirección Lietor, la inquietud ya se percibía en la cara de los vecinos, él peligro se cernía sobre el sustento del año.
Recuerdo, que las puertas de las casas se cerraban con toda la familia recogida.
Una de las hipótesis que barajo, serían los momentos de pánico que se vivían en los pueblos de agricultores, cuando en los meses estivales, y coincidiendo con los cultivos de hortalizas y siega, se producían este tipo de fenómenos.
Cuando la tormenta se aproximaba, ocupando el horizonte, desde el collado remolinar, hasta el estrecho o dirección Lietor, la inquietud ya se percibía en la cara de los vecinos, él peligro se cernía sobre el sustento del año.
Recuerdo, que las puertas de las casas se cerraban con toda la familia recogida.
También los animales habían sido resguardados en corrales y porches
Se desconectaba la luz, mi madre rezaba entre dientes y mi padre quedaba mirando la calle. Quedábamos en silencio, con el oído alerta, por si se escuchaban los tan temidos granizos, sobre los tejados.
Los más pequeños vivíamos aquellos momentos contagiados del miedo.
Las primeras gotas de las tormentas suelen ser gruesas, y si en los primeros 15 a 20 minutos, no aparecía el granizo, por lo general, el peligro había pasado, y la relajación llegaba a toda la familia.
Si, por el contrario, los granizos aparecían sobre las tejas de la cocinilla, frente a la ventana de la casa, la alarma se disparaba.
Se desconectaba la luz, mi madre rezaba entre dientes y mi padre quedaba mirando la calle. Quedábamos en silencio, con el oído alerta, por si se escuchaban los tan temidos granizos, sobre los tejados.
Los más pequeños vivíamos aquellos momentos contagiados del miedo.
Las primeras gotas de las tormentas suelen ser gruesas, y si en los primeros 15 a 20 minutos, no aparecía el granizo, por lo general, el peligro había pasado, y la relajación llegaba a toda la familia.
Si, por el contrario, los granizos aparecían sobre las tejas de la cocinilla, frente a la ventana de la casa, la alarma se disparaba.
Recuerdo. Que, en ese momento, mis padres reaccionaban con ciertos rituales, mi madre echar puñados de sal a la calle y también objetos en forma de cruz, entre los que se encontraban las tenazas de la cocina,
Mi padre, descompuesto, se acordaba de todos los santos y vírgenes, pero no para felicitarlos.
En fin, supongo, que esto habrá tenido algo que ver, con mi actitud posterior.
En cualquier caso, continuaré relatando episodios vividos a lo largo de mi vida, relacionados con las tormentas.
Mi padre, descompuesto, se acordaba de todos los santos y vírgenes, pero no para felicitarlos.
En fin, supongo, que esto habrá tenido algo que ver, con mi actitud posterior.
En cualquier caso, continuaré relatando episodios vividos a lo largo de mi vida, relacionados con las tormentas.
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