PASADO

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LA SOBERBIA TIENE UNA HIJA Y ES LA INGRATITUD, (EL QUIJOTE)

miércoles, 1 de mayo de 2019

LUNA LLENA





Hacía tiempo que no había coincidido con Juan Pérez, y cuando nos encontramos nos dio mucha alegría
Durante nuestro tiempo de estudiantes, fuimos buenos amigos y solíamos intercambiarnos apuntes.
Entablamos conversación y nos fue  muy grato recordar nuestros tiempos de universidad, así como  el devenir de cada uno, a lo largo de las dos décadas largas, anqué no habíamos coincido.
No sé cómo surgió, pero recuerdo que me conto una especie de vivencia que había tenido, impregnada de algún misterio.
Me conto que hacia unos años, debido a una situación que le toco pasar poco agradable, con un pastor alemán con la rabia, estuvo un tiempo psicológicamente bastante afectado.
 A continuación me conto la extraña manera como había desaparecido el trauma. 

Una  fría noche de otoño estando en su pequeña casa de campo, no muy lejos de la ciudad, escucho
una especie de gruñido, en principio no hizo mucho caso, pero se repitió y decidió abrir la puerta y ayudado de una linterna vio un pequeño cerdo acurrucado junto a la valla metálica, estaba asustado y sangrando por el cuello por una pequeña herida, entendió que habría escapado de alguna trampa.
Le conmovió bastante, y el animal se dejo coger sin oponer  resistencia, lo entro en  casa y lo puso junto a la chimenea, donde ardían un par de troncos  y con una manta por encima.

El cerdo se quedó inmóvil, y durante un momento las miradas de ambos quedaron fijas, según Juan, sintió como si fuesen los ojos de un humano, con lagrimas de agradecimiento que le produjeron cierto impacto emocional, pasados unos minutos el animal dormía plácidamente,  atizo el fuego y cerró la puerta, no sin antes echar un vistazo por la ventana, a una noche en qué la luna llena se asomaba entre las nubes viajeras, después de un tiempo pensativo se echo en la cama.
Se despertó pasadas unas horas y salió de la habitación para ir  a la chimenea.
 El pequeño cerdo había desaparecido, la puerta estaba cerrada, la manta recogida, y en el lugar que  la
había tomado.

Fue un momento para mi amigo de confusión, sin poder entender que había pasado.
Solo sabe, que después de la noche en cuestión, su miedo por los perros no solo desapareció, sino que al poco tiempo y por medio de un amigo, le consiguió un pastor alemán, al que ha tomado un gran afecto.
Según me dijo, era la primera vez que lo contaba.

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