Historias
del hambre
Era marzo y mi padre comenzaba a coger las primeras habas.
Un día a primera hora, cuando fue a por unas pocas, se dio cuenta, que alguien había estado robando algunas, los próximos días comprobó, que quien fuese, lo hacia a diario y por las noches, solía dejar huellas y alguna mata rota.
Mi padre, mosqueado con aquella situación y previa información a los guardas de la huerta, inició una vigilancia nocturna.
No
resultó difícil, la segunda noche, serían las tres de la madrugada, mi padre
camuflado entre las matas, y a pocos
pasos, el intruso en la oscuridad comenzó a llenar su pequeña bolsa, estaba tan
distraído, que mi padre se puso a su lado, y al momento
se saludaron, pues era un vecino de Isso muy conocido, omito el apodo para que nadie se
moleste.
Al momento supo mi padre, que
las habas que estaba cogiendo, eran parte de lo poco que tendría su familia para comer
al día siguiente.
Mientras estaban hablando, llegó uno de los guardas al que le dijo mi padre que aquel mismo día, se pasaría por el cuartel para formalizar la denuncia.
La escena descolocó a mi padre y como era de prever, le dejo las habas que ya había cogido, y le prometió no denunciarlo, a cambio, le hizo prometer al conocido, que cuando
saliese para llevar algo a casa, procurará
ir alternando las parcelas, porque si bien en mi casa, no se pasaba hambre tampoco sobraba demasiado.
El acuerdo verbal entre mi padre y el conocido fue respetado por ambas partes, mi padre renunció a denunciarlo en el cuartel ante la guardia civil, y el otro, ya no regreso con tanta frecuencia.
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