Nuestra mente siempre está inquieta e insatisfecha, no importa qué logre o cuánto acumule. Tiene una especial capacidad para buscar satisfacción y contento donde no puede hallarlos. Se frustra, se decepciona, se desencanta y se convierte en una fábrica de desdicha.
Nada sabe de sí misma. Se debate en su incertidumbre; se desertiza en su atroz egocentrismo y su soledad, que le empujan, junto al tedio, a buscar frenéticamente por rumbos que no van a reportar ni calma, ni bienestar, ni plenitud interior.
La mente elabora proyecciones, creaciones, decorados de lo más cambiantes y diversos, deseos compulsivos y antipatías de todo orden. No descansa, no se aquieta; no produce certidumbre y paz, sino agitación sobre la agitación, voracidad y conflicto.
La mente elabora proyecciones, creaciones, decorados de lo más cambiantes y diversos, deseos compulsivos y antipatías de todo orden. No descansa, no se aquieta; no produce certidumbre y paz, sino agitación sobre la agitación, voracidad y conflicto.
No se trata de una voluntad de evasión, sino de un distanciamiento anímico, por lo que nuestro interior puede hallar equilibrio en el desequilibrio, sosiego en el desasosiego, silencio en el estruendo, pasividad en la agitación o la actividad frenética. Aun en las situaciones más conflictivas, es posible seguir conectado con el espacio interno de quietud, porque se sitúa antes de los pensamientos y, mediante el esfuerzo consciente, nos deja recobrar la armonía perdida. Se aprende a detectar los movimientos de atracción y rechazo de la mente, como las olas que vienen y van pero no nos sumergen, porque hemos ejercitado no sólo el estar inmersos en el espectáculo de luces y sombras, sino también el constituir el sereno y apacible«espectador».
La mente cuenta con numerosos recursos (energía, confianza, contento, tranquilidad, volición y demás) que es preciso actualizar, intensificar y emplear para erradicar tendencias neuróticas. El ser humano, si se lo propone, puede caminar con paso firme hacia el equilibrio integral y convertir su desorden interno en armonía.
Si hubiera paz en la mente, las actitudes fueran las correctas y la energía se utilizara noblemente, la sociedad podría experimentar cambios tan saludables como profundos. Pero cada uno debe asumir la responsabilidad de recuperar este equilibrio de la mente y purificar las intenciones.
(Ramiro Calle de su Libro de la Serenidad).
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