Apenas queda un torreón, de no mucha altura, apoyado sobre las rocas.
Unas decenas de m. más abajo, el fuerte oleaje, levanta mantos de blanca espuma.
Un estrecho camino descendía hasta un bosque
semicalvo, consecuencia de un reciente incendio.
Una nube de polvo se eleva al paso del viejo mercedes.
Los nuevos moradores volvian después de unas semanas ausentes.
Cruzan el caserío, en donde comentan, que son un matrimonio mayor, y el coche lleva matrícula alemana .
¡Por cierto!, un tanto huidizos.
En esta ocasión va con ellos una niña de no más de 10 u 11 años, todos rubios de cabello, y con la piel algo horneada por el sol, en el interior de la torre las luces se apagan y encienden, los recién llegados van descargando el equipaje del coche y colocándolo en el interior, la chica está asomada a la ventana más alta del torreón, pasadas unas horas en el castillo sólo queda una luz en la puerta alumbrando el viejo carro.

Es este un lugar, donde las borrascas se recrean y crecen en vertical, ayudadas por el cruce de vientos entre el mar mediterráneo y el océano atlántico, no tardó en repetir el relámpago, lo que provocó que en una de las ventanas se vislumbrase la silueta de una anciana encorvada que se movía con cierta entitud.

Este relato era el que mas eco tenia, y había cobrado más credibilidad, porque unos días después que el pastor lo viera y lo contara, como por arte de magia y en toda la propiedad, se levantó una tupida malla de más de dos metros de altura
CONTINUARÁ:
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