Familia de A. Machado / Segovia |
“Homo uiator”. “Hacer el Camino” para recorrer simbólicamente el trayecto de la propia vida.
He pasado una gran parte de mi vida viviendo en Nájera a la orilla del Camino de Santiago. Allí basta con salir a la calle para encontrarse con los peregrinos, en todas las épocas del año.
En Nájera, además, uno de los paseos más placenteros por su suavidad y por la belleza de su paisaje es caminar por el viejo camino de Azofra, por el que también transcurre el Camino. Un espacio privilegiado para revivir la verdad del poema publicado por Antonio Machado por primera vez en 1906, con el título de “Ensueños” en la revista “Ateneo”. Luis Cernuda y Jorge Guillén coincidieron en considerarlo como el poema más hermoso de “Soledades” (1.903).
He pasado una gran parte de mi vida viviendo en Nájera a la orilla del Camino de Santiago. Allí basta con salir a la calle para encontrarse con los peregrinos, en todas las épocas del año.
En Nájera, además, uno de los paseos más placenteros por su suavidad y por la belleza de su paisaje es caminar por el viejo camino de Azofra, por el que también transcurre el Camino. Un espacio privilegiado para revivir la verdad del poema publicado por Antonio Machado por primera vez en 1906, con el título de “Ensueños” en la revista “Ateneo”. Luis Cernuda y Jorge Guillén coincidieron en considerarlo como el poema más hermoso de “Soledades” (1.903).
Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!…
¿Adónde el camino ira?
Yo voy cantando, viajero,
a lo largo del sendero…
- La tarde cayendo está -.
“En el corazón tenía
la espina de una pasión;
logré arrancármela un día;
ya no siento el corazón.”
Y todo el campo un momentose queda, mudo y sombrío,
meditando. Suena el viento
en los álamos del río.
La tarde más se oscurece;
y el camino que serpea
y débilmente blanquea,
se enturbia y desaparece.
Mi cantar vuelve a plañir:
“Aguda espina dorada,
quién te volviera a sentir
en el corazón clavada.”[1]
El hombre medieval que, para pelear con la dureza de una vida donde la ciencia y la tecnología— y por lo tanto el desarrollo industrial y todo lo que conlleva—eran poco más que elementales, necesitaba echar mano de un muy hondo sentido religioso. Esa omnipresente religiosidad, para desesperación de los más espiritualistas de entonces y de ahora, se complacía en buscar el contacto con las más famosas manifestaciones de lo sagrado. De ahí las peregrinaciones a los lugares santos, buscando entrar en contacto con las reliquias que atesoraban.
Una vez que, hacia el año 820, se cree haber descubierto en Galicia el sepulcro del apóstol Santiago, la noticia se extiende por Europa y comienzan las peregrinaciones por una ruta que coincidía curiosamente con los antiquísimos caminos hacia el extremo de Occidente, hacia el “finis terræ”—Finisterre—la orilla “del mundo de los muertos”, perdido entre las inexploradas brumas del Atlántico.
Los musulmanes, por otra parte, impedían a los cristianos la natural ruta de Oriente, del este, donde se hallaba Jerusalén y la Tierra Santa, que ellos habían sustituido por la Meca. Quedaban sólo Roma, en el centro, y Santiago, al oeste.
La concepción medieval de “la peregrinación” está magníficamente expuesta en el anterior poema machadiano y en las “Coplas” manriqueñas que cito a continuación.
Recuerde el alma dormida,avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando,
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.
[…]
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabarallí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos,
allegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.
[…]
Este mundo es el camino
para el otro, que es morada
sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar.
Partimos cuando nacemos,
andamos mientras vivimos,
y llegamos
al tiempo que fenecemos;
así que cuando morimosdescansamos.
Este mundo bueno fue
si bien usásemos de él
como debemos,
porque, según nuestra fe,
es para ganar aquel
que atendemos.
Y aun aquel Hijo de Dios,para subirnos al cielo
descendió
a nacer acá entre nos,
y a vivir en este suelo
do murió.
Si fuese en nuestro poder
tornar la cara hermosa
corporal,
como podemos hacer
el ánima gloriosa,
angelical,
¡qué diligencia tan viva
tuviéramos toda hora,
y tan presta,
en componer la cautiva,
dejándonos la señora
descompuesta!Ved de cuán poco valorson las cosas tras que andamos
y corremos,
que, en este mundo traidor,
aun primero que muramos
las perdemos:
de ellas deshace la edad,
de ellas casos desastrados
que acaecen,
de ellas, por su calidad,
en los más altos estados
desfallecen.
Decidme: la hermosura,la gentil frescura y tez
de la cara,
el color y la blancura,
cuando viene la vejez,
¿Cuál se para?
Las mañas y ligereza
y la fuerza corporal
de juventud,
todo se torna graveza
cuando llega al arrabal
de senectud [2].
Desde que inicia el Camino, mientras el peregrino lo recorre, “sueña” y “canta” en el lenguaje de Machado, es decir, reflexiona sobre la verdad de la vida y de su vida como aconsejan las “Coplas” manriqueñas. Y al mismo tiempo que reflexiona, sufre y se esfuerza y se acostumbra a vencer dificultades del Camino, que son las de la vida, con inteligencia y esfuerzo.
La verdadera “magia” del Camino, su sentido como “espacio simbólico”, su “carácter iniciático” está en ser, a la vez, espacio de reflexión y estadio de entrenamiento donde el peregrino se entrena en “comprender y vivir su propia vida”. Es un “juego de la oca”, pero de verdad. Por eso el Camino fue utilizado numerosas veces como rehabilitación y reinserción social de delincuentes o, como entonces se llamaban, de grandes pecadores. También como medio de educación de jóvenes nobles.
Al final el esfuerzo del peregrino, sus trabajos tienen recompensa. La Iglesia Católica, en sus mejores tiempos, ha demostrado tener un sentido innato de lo que de verdad es la esencia del Teatro, “la representación expresiva de la vida en el escenario más apropiado”. Cuando el peregrino, con su vida bien examinada en su pasado, su presente y su futuro a lo largo del Camino, llegue a la catedral compostelana que guarda las reliquias del Apóstol, lo que allí le espera es lo que él desearía encontrar al final de su vida. La Otra Vida, la Vida Gloriosa, la de verdad, la definitiva le abre sus puertas, que son las de la catedral, en el maravilloso Pórtico de la Gloria. Dentro de la catedral encontrará el perdón total, la absoluta reconciliación con Dios, con los demás y consigo mismo y, por fin, el abrazo que quiere ser definitivo del propio Apóstol.
“Yo voy soñando caminos de la tarde…”
REFLEXIONES EN EL CAMINO DE SANTIAGO.
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