PASADO

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LA SOBERBIA TIENE UNA HIJA Y ES LA INGRATITUD, (EL QUIJOTE)

jueves, 11 de septiembre de 2025

Recuerdos del confuso

 

Actualmente, apenas mantengo contacto con los habitantes de Isso:


 Con el paso del tiempo, las nuevas generaciones han crecido y muchos rostros me son desconocidos. 

Con  frecuencia recorro sus barrios: 

 La denominada Placeta ha experimentado un crecimiento más sostenido, mientras que el resto de barriadas permanecen prácticamente  inalterados, acaso, algunas reformas sobre lo ya construido, en especial tejados y fachadas.


    Esta formación tan peculiar de mi pueblo, lo convierte para nostálgicos como yo, que lo hemos vivido estor 3/4 de siglo últimos,  en una especie de puzle, cuyo entretenimiento es tirar de los hilos del pasado, recreando con más o menos objetividad, aquello que aún duerme en mi cerebro.

 El número de  barriadas y aún hoy, superan la treintena y en la mayoría de los casos separadas por apenas unos cientos de metros.


Añadir unos cuantos cortijos, cuyos dueños o señoritos gestionaban las fincas, con muleros y sirvientes.  

 Los senderos de trazado estrecho y sinuoso, atravesaban áreas de olivos centenarios,  bancales de cereal, y diversa variedad de arbolado que serpenteaba a lo largo y ancho del pueblo abastecido de humedad por los cauces abiertos del regadío cuyo origen estaba en la fuente.

 Ubicada al margen izquierdo de la ribera del río Mundo, en una penillanura entre las ramblas del Pedernaloso (al oeste del pueblo), y la del Pepino (al este), formando un espacio natural propicio para la agricultura. Al norte se encuentra la Fuente de Isso y el Canal que abastece a Hellín de agua, formando su límite natural.  


lunes, 8 de septiembre de 2025

Día 24/08/2.008.

 

Son las 22 horas.

 Las vacaciones han terminado y una vez más registro mi estado de ánimo, y como en años anteriores experimento una sensación similar a la que deben sentir los niños, al asistir por vez primera a la guardería.

En primer lugar, deseo manifestar que las vacaciones se perciben cada vez más como una situación difícil de analizar, desde mi perspectiva personal, hasta el punto, de cuestionar mi capacidad para comprender objetivamente mi propia realidad.

Con el tiempo, van ocurriendo hechos, que, aunque no sean especialmente significativos, los percibo de manera negativa, debido a mi estado de ánimo.

 Esto me genera cierto pesimismo que afecta moderadamente en mi día a día si bien procuro disimular.

 Estas razones pueden estar relacionadas tanto el ámbito laboral, como con otros aspectos de mi entorno.

Sin embargo, existe una variable relevante en esta situación, “La edad”.

 Tener 57 años me genera cierta confusión respecto a mi utilidad.

Las grandes empresas ya no les importa tanto la experiencia de sus trabajadores.

Esto ocurre, porque jóvenes bien preparados, están llegando al mercado laboral cuyos salarios de partida son irrisorios comparados con aquellos que ya llevamos varias décadas acumulando antigüedad y otros incentivos

 Esta percepción, sumada a lo anteriormente expuesto, genera en mí una sensación inédita de cuestionamiento sobre mi competitividad.


miércoles, 3 de septiembre de 2025

ISSO / Laberinto infinito

 

Memoria y nostalgia de Isso

Los recuerdos asoman como pinceladas dispersas, flotando en el abismo de incoherencias que deja el paso del tiempo. Las nostalgias irrumpen con intensidad, como si empujaran desde el interior de un arca que se resiste a permanecer cerrada.

Infancia y juventud en Isso

Mis primeros veinte años en este mi  pueblo y  recorridos desde la niñez, hasta la adultez, evocan tantas imágenes como confusiones. Los paisajes, las casas y los parajes, recorridos infinidad de veces, se entremezclan con emociones y fragmentos de experiencias.

La fragilidad de los recuerdos

Los hilos que me conectan con ese pasado son frágiles, apenas duran unos segundos antes de diluirse en una nebulosa impenetrable. Sin embargo, en esos brevísimos instantes, la memoria logra reconstruir entornos y sensaciones que, aunque algo distorsionados y mezclados con sueños, siguen formando parte esencial de mi identidad.

 Seis décadas después, complicado ser objetivo:

El tiempo en Isso y la memoria reconstruida

 Intentar conectar el pasado con el presente se convierte en un esfuerzo complejo, pues la memoria actúa como una máquina incesante que entrelaza confusos recuerdos, con mosaicos definidos y concretos.

Esta mezcla, a menudo caprichosa, genera entornos donde la vegetación y la vida parecen fundirse en perfecta armonía, evocando imágenes idílicas que florecen en el espacio donde realidad y nostalgia se encuentran.

 Isso, laberinto infinito:

Entre los pliegues de la memoria, surge el recuerdo de un Isso sembrado de barrios y viviendas dispersas, extendiéndose en todas direcciones, cada cual con su propio nombre y personalidad. 

Había barrios y casas que parecían brotar de la tierra misma, formando una geografía casi interminable de lugares familiares y entrañables. Nombres como “Casa del Olivar”, “Los Trigueros”, “Baltasar”, “Paco Oreja”, “Buenos Deseos”, “Puente Perdigón”, “Pinos de Julio”, “La Palmera”, “Casa Grande”, “Corral de Espinosa”, “Casa del Rano”, “De Gachero”, “Peña Bermeja”, “Molino Falcón”, “El Romeral”, “Casa Pegote”, entre otros, componían un auténtico mosaico rural. 

Cada topónimo evocaba historias, relaciones y vínculos invisibles que tejían la vida cotidiana del pueblo, en un laberinto de lugares, donde la memoria y la identidad se funden y se reconocen.

Árboles emblemáticos: 

Entre todos destacaba el plátano monumental de la almazara Gachero; era el edificio natural más alto de Isso, hasta que la intervención humana dictó su desaparición.

 Su gran altura y anchura,ofrecía bajo sus espesas ramas, una sombra impenetrable,aprovechada por jornaleros en las duras jornadas de siega y trilla, era el lugar perfecto para dar buena cuenta de las viandas de merendera, y la bien merecida siesta.

El lavadero, la almazara y las casas familiares



A la sombra del imponente tronco del chopo, se extendía un pequeño universo rural compuesto por un lavadero, cuatro casas y la almazara propiedad del señorito Gines. Este era un lugar frecuentado en mi infancia, donde la presencia constante de mis tíos Juan Gachero y Angélica daba vida y calor al entorno. Estas edificaciones, junto al árbol monumental, trazaban un paisaje íntimo, cotidiano, que permanece grabado en la memoria con la fuerza de lo irrepetible.

Caminos y elementos del paisaje cotidiano

En ese mosaico rural, la memoria también rescata la imagen de senderos estrechos que serpenteaban entre huertas y barrios, formando una red de recorridos tortuosos.

 Acequias, guilandas y cañadas surcaban el terreno, acompañadas de lavaderos y pozas que servían de punto de encuentro y trabajo. Molinos, calderones, aljibes, ollas y eras de trilla completaba ese entramado, componiendo una geografía en la que cada elemento tenía su lugar y su significado, y donde el paso del tiempo parecía detenerse entre la rutina y el asombro cotidiano.

Memoria olfativa y nostalgia rural

Los aromas de las estaciones

Cómo no recordar el olor a matanza en navidad, el de almazara en enero, el del azafrán a finales de octubre y, en verano, las hortalizas y los rastrojos de cereal recién segado después de la tormenta, el campo desprendía fragancias especiales, difíciles de describir para mí, pero profundamente ligadas al ciclo de la vida rural.

La persistencia de los recuerdos

En cualquier caso, no deja de ser un arrebato de nostalgia, que mi cerebro diseña para hacerme creer que las cosas solo desaparecen cuando quedan totalmente olvidadas.