Memoria y nostalgia de Isso
Los recuerdos asoman como pinceladas
dispersas, flotando en el abismo de incoherencias que deja el paso del tiempo.
Las nostalgias irrumpen con intensidad, como si empujaran desde el interior de
un arca que se resiste a permanecer cerrada.
Infancia y juventud en Isso
Mis primeros veinte años en este mi pueblo y recorridos desde la niñez, hasta la adultez, evocan tantas imágenes como
confusiones. Los paisajes, las casas y los parajes, recorridos infinidad de
veces, se entremezclan con emociones y fragmentos de experiencias.
La fragilidad de los recuerdos
Los hilos que me conectan con ese pasado son
frágiles, apenas duran unos segundos antes de diluirse en una nebulosa
impenetrable. Sin embargo, en esos brevísimos instantes, la memoria logra
reconstruir entornos y sensaciones que, aunque algo distorsionados y mezclados con
sueños, siguen formando parte esencial de mi identidad.
Seis décadas después, complicado ser objetivo:
El tiempo en Isso y la memoria
reconstruida
Intentar conectar el pasado con el presente se convierte en un esfuerzo complejo, pues la memoria actúa como una
máquina incesante que entrelaza confusos recuerdos, con mosaicos definidos y concretos.
Esta mezcla, a menudo
caprichosa, genera entornos donde la vegetación y la vida parecen fundirse en
perfecta armonía, evocando imágenes idílicas que florecen en el espacio donde
realidad y nostalgia se encuentran.
Isso, laberinto infinito:
Entre los pliegues de la memoria, surge el
recuerdo de un Isso sembrado de barrios y viviendas dispersas, extendiéndose
en todas direcciones, cada cual con su propio nombre y personalidad.
Había
barrios y casas que parecían brotar de la tierra misma, formando una geografía
casi interminable de lugares familiares y entrañables. Nombres como “Casa del
Olivar”, “Los Trigueros”, “Baltasar”, “Paco Oreja”, “Buenos Deseos”, “Puente
Perdigón”, “Pinos de Julio”, “La Palmera”, “Casa Grande”, “Corral de Espinosa”,
“Casa del Rano”, “De Gachero”, “Peña Bermeja”, “Molino Falcón”, “El Romeral”,
“Casa Pegote”, entre otros, componían un auténtico mosaico rural.
Cada topónimo
evocaba historias, relaciones y vínculos invisibles que tejían la vida
cotidiana del pueblo, en un laberinto de lugares, donde la memoria y la
identidad se funden y se reconocen.
Árboles emblemáticos:
Entre todos destacaba el plátano monumental de la almazara Gachero; era el edificio natural más alto de Isso,
hasta que la intervención humana dictó su desaparición.
Su gran altura y anchura,ofrecía bajo sus espesas ramas, una sombra impenetrable,aprovechada por jornaleros en las duras jornadas de siega y trilla, era el lugar perfecto para dar buena cuenta de las viandas de merendera, y la bien merecida siesta.
El lavadero, la almazara y las casas
familiares
A la sombra del imponente tronco del chopo, se
extendía un pequeño universo rural compuesto por un lavadero, cuatro casas y la
almazara propiedad del señorito Gines. Este era un lugar frecuentado en mi
infancia, donde la presencia constante de mis tíos Juan Gachero y Angélica daba
vida y calor al entorno. Estas edificaciones, junto al árbol monumental,
trazaban un paisaje íntimo, cotidiano, que permanece grabado en la memoria con
la fuerza de lo irrepetible.
Caminos y elementos del paisaje cotidiano
En ese mosaico rural, la memoria también
rescata la imagen de senderos estrechos que serpenteaban entre huertas y
barrios, formando una red de recorridos tortuosos.
Acequias, guilandas y
cañadas surcaban el terreno, acompañadas de lavaderos y pozas que servían de
punto de encuentro y trabajo. Molinos, calderones, aljibes, ollas y eras de
trilla completaba ese entramado, componiendo una geografía en la que cada
elemento tenía su lugar y su significado, y donde el paso del tiempo parecía
detenerse entre la rutina y el asombro cotidiano.
Memoria olfativa y nostalgia rural
Los aromas de las estaciones
Cómo no recordar el olor a matanza en navidad,
el de almazara en enero, el del azafrán a finales de octubre y, en verano, las
hortalizas y los rastrojos de cereal recién segado después de la tormenta, el
campo desprendía fragancias especiales, difíciles de describir para mí, pero
profundamente ligadas al ciclo de la vida rural.
La persistencia de los recuerdos
En cualquier caso, no deja de ser un arrebato de
nostalgia, que mi cerebro diseña para hacerme creer que las cosas solo
desaparecen cuando quedan totalmente olvidadas.