Cuando llega el tiempo de elegir chica
ADOLESCENCIA:
Recuerdo al finalizar el baile ya de madrugada, quedar en el bar de Custodio (en bolos), cada cual pavoneándose, con los éxitos de la noche.
Cuestión lógica, en jóvenes cargados de euforia adolescente, y alguna que otra copa,eran momentos enque cada cual comentaba a su manera como lo había pasado, procurando no quedar mal parado,cierto que recuerdo aquellos últimos momentos de la fiesta muy gratamente.
JUVENTUD: (Todo lo anterior cambia)
Cuando esto ocurre, los grupos de amigos comienzan a disgregarse, a veces, porque las parejas con las que salimos de manera más o menos formal, son poco afines, o porque deseamos estar más solos

En mi círculo de amigos ocurrió, que en un corto plazo de tiempo, si denominamos corto unos dos años. Pasamos de ser adolescentes más o menos agrupados y disfrutando por todo lo que se movía, a caer en la cuenta, de que era tiempo de elegir chica y formar familia.
Este cambio de pensamiento se produjo, cuando comenzaron a formalizarse algunas parejas, y lo que era clave de noviazgo formal, (hablar con los padres y explicarles nuestra sana intención), si la respuesta era positiva, quedábamos autorizados a entrar en casa de la ya novia, ojo, sólo para verla.
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Yo definiría esta época, como inquietante, y con vuelcos en las emociones bastante complicados.

Recuerdo que desde la barra, bien del baile de Juanete (En bolos) o la Rubia (En la placeta), estábamos expectantes, a la puerta de la entrada, donde iban llegando los grupos de chicas jóvenes (según el barrio), y como no, acompañadas por una señora mayor, que eran las encargada de vigilar comportamientos.

tal y como llegaban los grupos, iban tomando asiento, pegadas a la pared, donde estaban dos o tres hileras de sillas, solo interrumpido, por la barra situada enfrente de la entrada y el escenario, situado a la izquierda.
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tal y como llegaban los grupos, iban tomando asiento, pegadas a la pared, donde estaban dos o tres hileras de sillas, solo interrumpido, por la barra situada enfrente de la entrada y el escenario, situado a la izquierda.
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Los grupos de chicos en la barra, disimulando nervios, hasta que veíamos entrar nuestra chica preferida.
Eran momentos, donde la
liturgia más ancestral, en los machos de cualquier especie se cumplía.
La exhibición de atributos masculinos, para llamar la atención de las hembras.
Con 18 o veinte
años, como decía anteriormente, la competencia comenzaba a aflorar en el
grupo de chicos, por tanto, la hora aproximadamente que duraba desde la llegada de las chicas,
hasta que sonaba la música, era el tiempo de gestos, desde mostrarnos sobrados, hasta exhibirnos con el vaso y el cigarrillo.

Lo cierto, que el que se descuidaba (yo era uno de ellos) solíamos llegar tarde.
Cuando esto ocurría, el último recurso que nos quedaba era, pasear por las orillas por si alguna quedaba sentada.
Esto no nos agradaba, pues en muchos casos, si te daban calabazas, la vieja que solía estar próxima, se encargaría de divulgar.

Esto no nos agradaba, pues en muchos casos, si te daban calabazas, la vieja que solía estar próxima, se encargaría de divulgar.

Cuando de una u otra forma, los grupos de chicos y chicas se van convirtiendo en parejas estables, nuestros revoloteos intrascendentes se convierten en interesadas relaciones, cada pareja trata de encontrar su intimidad, alejándose de lo que en tiempos anteriores representaba el grupo de amigos.
Esa etapa, con sus momentos de magia, y también tormentosos, son parte del camino.
Recordarlos y transmitirlos, simplemente un
entretenimiento.
A. Villena
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