Agosto:
Amanece y la calle principal del barrio "Cerrico de la Cruz", despierta con el rebuzno de un burro, quejumbroso por el madrugón.
Los esparteros preparan el ato.
Mi mula se muestra y sus herraduras golpean las losas de la cuadra,
reclamando avena o cebada, mezclada con paja,
Mientras tanto, mi madre ya esteba en el corral con un cazo en la mano, después de tantear la ubre de la cabra, hace sonar el chorro en el fondo de la vasija.
Al regreso a la cocina, vierte parte de la leche extraída en un vaso, le pone un poco de azúcar y oigo el tililar de la cuchara semi dormido y se abre la puerta de la habitación.
Lo recuerdo como música celestial y como él mejor manjar del día, caliente y con un poco de espuma.
La habitación, tiene una pequeña ventana próxima al
techo.
El barrió nació en un pequeño montículo natural, eso obligo en algunas casas, como la que yo vivía, a excavar, y aprovechar el desnivel, para situar las
habitaciones, semi hundidas en el terreno, ese era el motivo por el que las ventanas había que subirlas casi al techo.
La fachada, o parte opuesta, formaba junto con otra decena
de casas, una parte de la calle principal, a la que llamábamos “Callealante”, aun hoy en 2019, las calles continúan
sin nombre que las identifique, esta situación es extensible, a más de una
veintena de barriadas en Isso.
Dos antiguas camas, y una pequeña mesilla entre las cabeceras, un cordón eléctrico que finalizaba en un interruptor caía del techo a la altura de la mesita, para compartir el servicio, un par de
perchas de madera, con brazos en doble curva en la pared frontal donde colgaba la ropa de diario, a la derecha de los pies de las camas un mueble o aparador, con cajones
para ropa, salvo el de arriba, que era donde podías encontrar cualquier cosa, desde una foto, hasta un mechero de chispa et.
Otra parte de la ropa colgaba del interior de un habitáculo formado con un pequeño tabique formando una u aprovechando la esquina de la derecha según entrada al dormitorio, con una cortina o sabana colgada, en su parte abierta, para evitar el polvo.
Era el sitio donde se colgaba la ropa de las fiestas o eventos más significativos, y en su
parte más baja, unas tablas que servían para guardar el calzado.
Mi madre abre la habitación y exclama, ¡Antonio!, el padre
está sacando el carro.
Con sueño y pereza, me bebo el delicioso desayuno en la cama, y aun
me echo sobre la almohada, al momento mi madre entra a
recoger el vaso y de nuevo se repite el aviso. ¡Antonio!, el
padre está sacando la mula.
Ya no balen escusas, es de día, y hay que ponerse en marcha.
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