Por: Ángel Gabilondo | 29 de noviembre de 2013
En cierto modo, el mayor enemigo es la pobreza, en todas sus modalidades. Es el gran aislamiento, la gran soledad. Y su gran adversario es la justicia, no la que se reduce a la que se imparte. Montaigne habla de un mundo enfermo. Y subraya lo que a nuestro juicio supondría un verdadero síntoma de falta de salud social, hasta el punto de constituir algo monstruoso: “la guerra y la crueldad, las persecuciones de hombres y de libros, las torturas, y la destrucción de la América india. Y es lo que merece ser rechazado”. Estos otros males confirman que la salud no se reduce a la ausencia de enfermedades. Hay quienes no padecen ninguna de las que consideramos convencionalmente enfermedades y, sin embargo, no tienen ninguna salud. Ello no excluye, antes, al contrario, una adecuada sanidad.
Un tiempo enfermo es un tiempo indispuesto para la amistad que, con todo, se alimenta de la
comunicación. (Essais, De l’amitié). Esta vinculación
entre amistad y salud lo será asimismo con la capacidad de crear. Precisaremos
entonces otra medicina, la libertad. La que brota en la
escritura, en la lectura, en el cuidado de uno mismo y de la palabra, en la
consideración del otro, en la labor bien hecha, en la entrega. Estos modos de
tejernos y de entre tejernos propician la salud como libertad y la libertad como salud. Precisamente la cultura y la educación constituyen la gran salud y son
claves para alcanzar esa libertad, la equidad y la cohesión social.
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A. Villena:
Esta porción del
artículo de A. Gabilondo, con respecto a la palabra " SALUD ", manifiesta en mi opinión, algo que afecta en este momento a gran parte de la sociedad de nuestro país.
Cuando conversas
con jóvenes, en muchos
casos percibes una situación de hundimiento moral y de actitud preocupante, entre otros, sus argumentos se basan principalmente, en todo lo relacionado con
la justicia, el cumplimiento de la ley, la gestión de recursos et.
Consideran, que es la causa de que ellos estén en una
situación, no solo de paro, sino, de que no merece la pena luchar por nada y esto es lo realmente complicado de
resolver.
No sé si esto podrá tener o no solución, lo cierto, que por mucho que la economía
mejore, si la percepción de la juventud sobre la descomposición moral a la que
hemos asistido estas últimas décadas no
conseguimos revertirla. La salud de este país no mejorará
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