Era jefe de máquina, y en total sumábamos cuatro operarios incluido el, las jornadas eran de dos turnos de 8 horas.
en el pueblo más próximo al tajo.
Con esas premisas. Su peculiar manera de establecer una jerarquía resultaba bastante grotesca, sin embargo, se aferraba con cierto aire de superioridad a su estatus de capataz de máquina.
Con esas premisas. Su peculiar manera de establecer una jerarquía resultaba bastante grotesca, sin embargo, se aferraba con cierto aire de superioridad a su estatus de capataz de máquina.
Esta manera de actuar nos excluía de su especie de reinado, él había de decir la última palabra, tanto en el trabajo como en casa, con una seriedad y una liturgia, que rayaba lo ridículo.
Esa manera de actuar provocaba, que aquellos que estábamos a
sus órdenes, nunca le tratáramos como
un compañero más.
Los años pasaban, y el jefe de equipos, hombre inteligente y tozudo, comenzó a perderle el poco respeto y aprecio que le tenía, y no pocas veces, a mofarse de sus miedos, ridiculizándolo en presencia de quienes éramos sus compañeros de máquina, hasta el punto de ignorarlo en sus visitas al tajo.
CONTINUARÁ:
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