Hasta que mis padres me reclutaron para la agricultura:
Deduzco, que a medida que iba alternando los trabajos agrícolas con la escuela, comprobé donde se estaba más cómodo y me aplique con la idea de poder continuar estudiando, de ahí, que mis mejores notas fueron el año que mis padres decidieron que había que currar, como dicen ahora.
De mi estancia en la escuela hay algun episodio de los que aun recuerdo, como mis acopios de alguna peseta en los bolsillos descuidados de mis hermanos mayores, y cuando reunía dos o tres me daba un festín ¡¡a saber!!, aprovechaba en los recreos, para comprar un chusco de pan blanco en la panadería de Luis, que había y aún esta, enfrente de la escuela, y con él en la mano, cruzaba la carretera y en el bar del Cosme, ( despues de mi primo
Custodio), situado a la izquierda de la barbería, y según el dinero que me quedaba, lo invertía en rellenarlo de anchoas, sustituyéndolo por la merienda de casa.
Procuraba tenerlo en secreto, para que no indagasen de dónde sacaba el dinero.
En casa, mi madre, cada dos o tres semanas, llenaba la artesa de panes morenos enormes, hechos con harina propia y en nuestro horno, ¡ocurría!, que acostumbrado a comer siempre pan con mucha moya y de varias semanas, los chuscos blancos recién hechos con anchoas, me sabían a gloria.
Es curioso, que con el paso del tiempo, en alguna ocasión, hecho de menos una buena rebanada de aquel pan.
Es curioso, que con el paso del tiempo, en alguna ocasión, hecho de menos una buena rebanada de aquel pan.
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