CLARISA 3
Como
desde hace unos años, a Manuel no le resultó fácil ponerse de pie, toma la
garrota y después de saludar y poner la silla en su lugar, una vez más, agradece
a Josefa el trato recibido y esta le responde con un ¡tenga cuidado Manuel!.
El camino esta embarrado, Clarisa no menos
agradecida y moviendo la cola, camina junto a su amo. Queda una media hora de
sol y los ojos de Manuel se recrean en el espectáculo que le ofrece la tierra
que le vio nacer.
Sube por la cuesta matapollo, y repara en algunas hortalizas tardías que Basiliso y Morcillo, a pesar de la mucha edad, aún continúan cultivando.
. Los
almendros y olivos recién duchados, convierten el paisaje en una postal mágica, también recrea la vista en algunas parcelas inundadas.
Cuando pasa
por el barrio Graos, en la esquina oeste esta Anton Basa y la Milagros y la mujer
de Anton el tuerto, después de saludarles y como es costumbre en Manuel, con
un chascarrillo, se sienta en la silla sobrera que hay en la puerta, esta
lluvia sienta bien al monte, el esparto esta muy agostado después del verano
tan seco, dice Anton. Manuel responde con otra observación, la cosecha de
aceituna que estaba en peligro, con esta lluvia, salvo helada temprana, será buena.
El sol se hunde en el horizonte de la peña lavada, Manuel después de preguntar a Milagros por Anton, se levanta de la silla y continúa con lento andar, no le gusta hacer noche en el camino, pese a que está cerca de casa.
Unos cuantos zagalones golpean un viejo balón en la era, junto al camino que va a la casa de Medina y al barrio Bartolos.
Al salir de graos, en el lavadero que hay antes de llegar a la cañada, el agua de riego más la de lluvia esta desbordada, la causa son las piedras de remanso que las lavanderas colocan en el cauce para subir el nivel hasta las losas.
Manuel no se atreve a sacar las piedras del cauce, su agilidad es muy precaria. Cuando llegue al barrio bajo ¡Penso!, informare a Luis de que los olivos los tiene son regados.
CONTINUARÁ:
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