ÁNGEL GABILONDO
Vivimos rodeados de proximidades sin cercanía, de ignorancias que presumen de saberlo todo, mientras en un ir y venir casi fantasmagórico se nos aparecen seres de cuyas aventuras y peripecias sabemos menos de lo justo.
Vivimos rodeados de proximidades sin cercanía, de ignorancias que presumen de saberlo todo, mientras en un ir y venir casi fantasmagórico se nos aparecen seres de cuyas aventuras y peripecias sabemos menos de lo justo.
En algunas ocasiones, eso que vislumbramos se parece demasiado a lo que nos conformamos con saber, a lo que no nos trastorna sino lo imprescindible, que suele ser poco.
Nos encargamos de que sea así.
Es lo que podemos permitir
De ahí que el empeño en deducir lo que a los demás les es más conveniente, o de saber de antemano lo que verdaderamente necesitan, o de procurarles lo que resolverá sus más acuciantes problemas, debería no ignorar ese silencio que acompaña toda vida y que forma parte constitutiva de lo que cada uno es y desea.
De ahí que el empeño en deducir lo que a los demás les es más conveniente, o de saber de antemano lo que verdaderamente necesitan, o de procurarles lo que resolverá sus más acuciantes problemas, debería no ignorar ese silencio que acompaña toda vida y que forma parte constitutiva de lo que cada uno es y desea.
Hay que considerar que nada se oculta a la bienintencionada decisión, o estimar que ello no es significativo, es olvidar opciones y formas de vida, y vidas sin demasiadas opciones para darles la forma justa. Y de eso se trata, de los olvidados, y del proceder justo. Mientras tanto, en un lugar recóndito y remoto del universo, que bien pudiera estar a nuestro lado, vidas tachadas, vidas silenciosas, tratan de abrirse paso ante la inminencia de urgencias tan constantes que acaban constituyendo no sólo una manera de vivir, sino un modo de ser tejido de silencio.
A. VILLENA. Opinión
Proximidad sin cercanía, el segundo término niega el primero, este pequeño contratiempo o espacio que se abre con frecuencia en nuestras relaciones suele ser cruel y dañino para la salud participativa.
Sobre la que debemos asentar nuestro equilibrio emocional.
Comportamientos de exclusión pertinaz que nos confunden con frecuencia.
Una pequeña comunidad de conocidos, que a veces se cruzan en su camino y se niegan, no solo el saludo, sino hasta la mirada, creo que no deja de ser un despropósito o error.
Por más que tratemos de hacer de la indiferencia, una herramienta de desprecio hacia nuestros semejantes, tal vez, para alimentar nuestro ego, creo que solo conseguimos ejecutar una necedad más de nuestro repertorio
Viviendo bajo el puente |
Comportamientos de exclusión pertinaz que nos confunden con frecuencia.
Una pequeña comunidad de conocidos, que a veces se cruzan en su camino y se niegan, no solo el saludo, sino hasta la mirada, creo que no deja de ser un despropósito o error.
Por más que tratemos de hacer de la indiferencia, una herramienta de desprecio hacia nuestros semejantes, tal vez, para alimentar nuestro ego, creo que solo conseguimos ejecutar una necedad más de nuestro repertorio
Por otra parte, si nos toca vivir en una comunidad con gran densidad humana, los comportamientos pasan a ser un auténtico caos, podemos llegar a percibir la soledad más absoluta, incluso inmersos en una marabunta de gente y ruidos.
RESUMO:
Hemos llenado nuestra existencia de tantos prejuicios, que hemos sacrificado la cercanía por la proximidad, de ahí la soledad, el silencio y la indiferencia.
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