PASADO

PASADO
LA SOBERBIA TIENE UNA HIJA Y ES LA INGRATITUD, (EL QUIJOTE)

martes, 24 de octubre de 2023


Ruidosos domingos, que anteceden a noches de angustiosos silencios, ¡toca riego!.
 La oscuridad me sobrecoge  nada se mueve, la luna en cuarto menguante se oculta, atrapada por negros nubarrones, un ruidoso aleteo en un viejo olivo me sobresalta, un búho con vuelo bajo abandona el cobijo, he relevado a mi padre en la bajada del agua, desde el molino de la 
placeta
Después que nos viésemos en la "garita del guarda" ,  un estrecho callejón, que divide las escuelas de la casa del molinero.
Ahora estoy en los "Olmos de Pepe Rico", próximo a la casa Baltasar...Después de pasar por el partidor de "D. Julián", La "Casa la Parra", la "Almazara Gachero,", bajo el formidable chopo, ¡por cierto!, con respeto, a los ladridos broncos del corpulento perro y que afortunadamente ,al hablarle me ha conocido, (No pocas veces visito este lugar donde viven mi tío Juan y mi  tía Angelica, mujer del guarda del agua), más abajo me encuentro la casa del olivar, bastante oculta entre chopos y olivos centenarios. 
Cruzo el camino de "las casicas",.



La acequia continúa serpentea entre bancales, y una senda entre la maleza, algún tronco de manzano, granado, higuera etc. que han crecido salvajes, amparado en  la humedad.

Con estas premisas, vigilar las boqueras hasta el punto de riego con ayuda del farol, resultaba bastante complicado.
 Ahora estoy  apoyado en el astil de la azadón.  Espero con impaciencia el ruido de las hojas al ser empujadas por el agua.  El silencio y la oscuridad me inquieta, miro el farol, que está con la llama jadeante, y donde una y otra vez chocan los insectos en el cristal.

La noche se va tornando más fría, junto la solapa de la chaqueta y le  trabo el último botón, engullen dome el cuello miro el reloj con ayuda de la escasa luz, marca las 2 hora 15 minutos, según el horario de acequia van 10 minutos de retraso, la duda asalta mi mente, ¿habré olvidado alguna boquera?, en ese momento suena un aleteo próximo a mi que me sobresalta, he asustado a algún mochuelo, sin pretenderlo.
Con alguna inquietud por la tardanza del agua, me dispongo a desandar la acequia, cuando el sonido del chorro cayendo en una poza próxima me tranquiliza.

Sobre las seis o siete de la madrugada,  finalizaba la fiesta y el riego.



 

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