Sentado sobre la vieja silla y con la mirada perdida, esperando que alguien rompa su
monótona espera, y con ello hablar de cosas que aún recuerda.Hace años que se siente aparcado
en el lugar donde están sus raíces.
Es consciente que su vida toca su fin, sin
embargo su mirada continúa siendo serena.
Es lo que le queda de una vida llena de dificultades, pero la recuerda con alegría.
Cierra los ojos para escarbar en su pasado, como tratando de llegar a lo
que han sido sus realidades, ¡ a saber ! inmerso en sus recuerdos escucha un
saludo, y como suele hacer últimamente, mira a
su alrededor para confirmarlo, sucede
en ocasiones que al girar la cabeza no ve a nadie y con tristeza entiende
que ha sido parte del sueño, en esta
ocasión el saludo ha sido real, ve la espalda de un conocido que se va
alejando, él responde con un susurro, una vez más se da cuenta de lo complicado
que le resulta separar lo real, de lo irreal, comprende que la búsqueda
constante de su pasado y la edad, le está llevando a la confusión entre lo
cierto y lo incierto.
Antonio se está haciendo mayor.
De algunos años acá, su memoria es muy
precaria. y su cuerpo se está convirtiendo en una especie de robot, a cuyos
engranajes les faltase lubricante, chirrían al intento de cualquier movimiento,
de todas formas y sorprendente, se queja poco.
Es cierto que muy pocas cosas le sacan una sonrisa, sin embargo, en el fondo está agradecido de cómo ha llegado a sus actuales días
.
No guarda rencor a nadie y lo más
importante... A pesar de su precaria salud, cada día trata de emular a su
padre, sobre su entereza ante la muerte.
No renuncia a esta especie de
vida lánguida y carente de facultades, pues apenas puede estar de pie, y
siempre con ayuda de las garrotas.
Es cierto, que mientras su padre quedo viudo y fue lo que más le empujaba a desear su fin, en este caso Antonio está junto a su compañera de viaje
Esta historia que estoy
refiriendo, en ningún modo trata de relatar algo que pueda identificar a nadie
en concreto, si bien también es cierto que cuando finalice… Cualquier anciano
con raíces de pueblo o ciudad, puede ser el protagonista, y no por ello hemos
de sentirnos tristes. ¡Antonio! Escucha su nombre, esta vez sí sabe quién
le llama, esboza una ligera sonrisa, es la compañera de su vida
Con esfuerzo se levanta de la silla y con paso lento y torpe, camina hasta la casa donde vuelve a sentarse, en esta ocasión para poner algo de comida en su frágil estómago, apenas siente apetito, sin embargo le gusta sentarse a la mesa junto a su esposa, una vez más se queja, porque no está el canal de las noticias. Su mirada y sus oídos quedan pendientes del televisor, está hablando sobre un robo desde un ordenador, de varios miles
de millones de pts. a un banco de los más importantes.
También se refieren a la
situación explosiva en Europa, que debido a los nacionalismos amenaza con la desmembración
de lo poco que se ha logrado unir.
La comida es en silencio, hasta que su esposa comenta su preocupación por el peligro de una nueva guerra, el hijo mayor es oficial del ejército.
Un rayo de sol se abre paso entre
las nubes, van varios días tormentosos.
Antonio como de costumbre, después de tomar un café, pone en marcha el ordenador, sus dedos andan torpes sobre el teclado. Hace años que no tiene Internet, su memoria le dejó fuera de la red, ahora accede a imágenes y vídeos acumulados en varias décadas, de vez en cuando pregunta a su señora, sobre rostros que le emocionan sin
saber quiénes son. También suele quedar mirando la pantalla tratando de recordar y alguna lágrima se asoma a sus ojos.
También como de costumbre, se
queda ligeramente dormido en el sofá, mientras su señora retira los platos y
comienza a fregar.
Poco después un coche se detiene en la puerta... Un chico rubio de unos seis años baja, al reconocer a la abuela corre a su encuentro saltando de alegría, también la
rubia nieta, más pequeña, llega a su encuentro, la abuela limpiándose las manos en el delantal, los abraza emocionada, las lágrimas recorren sus mejillas.
Hacía cuatro meses y siete días que no veían a
estos nietos ni a sus padres.
El abuelo ya despierto, había
llegado al encuentro y se abrazaba efusivamente.
El abuelo... pasada la emoción
del encuentro, le pregunto al hijo ¿Cuanto tiempo estareis? , una semana, responde
El abuelo pensó que su hijo una
vez más, les propondría que se marcharán con ellos, una vez más les contestarán
que no.
También reciben de vez en cuando
la visita de sus otros hijos y del resto de nietos.
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